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martes, 27 de julio de 2021

Escudo de monseñor José Adolfo Larregain

José A. Larregain nació en 1966. Ingresó en la Orden de Frailes Menores, en la que profesó sus votos solemnes en 2000 y fue ordenado sacerdote en 2004.


En 2020, Francisco I lo nombró Obispo Titular de Mauriana y Auxiliar de Corrientes. Recibió la ordenación en la Catedral de Nuestra Señora del Rosario de esa ciudad el 29 de junio de 2020.

Un recordatorio de su consagración episcopal trae la explicación de su escudo y de su lema.

«Explicación del escudo

La paloma, símbolo del Espíritu Santo, recuerda y actualiza el misterio de Cristo en nosotros: ilumina, guía, vivifica, habita, sostiene, acompaña, consuela, fortalece, otorga sus dones y sus gracias.

El báculo, signo del pastor dócil al Espíritu del Señor, que va delante, en medio y detrás de su pueblo.

El sol, las estrellas, el agua, la madre tierra, el río, la casa común, necesitan cuidado. Son realidades que exigen el compromiso de trabajar por la dignidad humana, el destino universal de los bienes y de escuchar el clamor de la tierra, que es el clamor de los pobres, como base de la fraternidad entre todos los seres de la creación (Cf. Cántico de las creaturas y Encíclica Laudato si). El cordón franciscano: sus nudos símbolos de pobreza, obediencia y sin nada propio, y anticipo de la fraternidad universal. 

La “Estrella de la Mañana” nos recuerda a la Virgen como “Madre y Reina de todo lo creado”.

Lema: “Nosotros somos testigos” (Hch 2,32; 3,15; 5,32; 10,39)

La fe genera, crea, posibilita y sostiene vínculos fraternos y eclesiales. Numerosos textos hablan en esta primera persona del plural: “nosotros” (Ejemplo: Jn 1,14; 2Tes 2,13. 17; 1Jn 1,3; 1Jn 4,11-19; 1Jn 2,19; 2Jn 2; etc.).

La expresión es puesta en la boca del nuevo Pedro, transformado por el Espíritu: audaz, valiente, osado, con un mensaje de anuncio, denuncia y esperanza. Un Pedro, que aún con sus debilidades, por la acción del Espíritu despierta una nueva visión y experiencia de las cosas y de la historia, ahora todo lo ve en clave de “historia de salvación”. Pedro y los discípulos son testigos de la resurrección. Así como un día los envió en una primera expedición limitada (Lc 9,1-6), ahora los nombra sus testigos (Lc 24,48): es el testimonio apostólico. El efecto del testimonio de Pedro provocó reacción inmediata: “¿Qué debemos hacer, hermanos?” (Hch 2,37) exclamaron muchos de los allí presentes.

Pedro y los apóstoles son testigos de la exaltación de Jesús, de lo que han visto, de lo que dijo e hizo e Jesús. El testimonio consiste en liberación, anuncio del poder de Jesús resucitado y vivo en medio de su pueblo; denuncia: invitación a la conversión y aun cambio radical de vida; y a la creación de una nueva comunidad fraterna.

Para este testimonio el Espíritu Santo pondrá las palabras en sus bocas (Mt 10,20; Lc 12,12; Jn 15,27; Hch 1,8). Hoy los que seguimos a Jesús, somos sus testigos ante el mundo, proclamando la llegada y la construcción del reino de Dios (Lc 9,2)».

Un muy pobre escudo episcopal.

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