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viernes, 18 de octubre de 2024

Escudo de monseñor Guillermo Pifferi

En la Catedral de San Miguel de Tucumán se exhibe una reliquia de San Juan María Vianney, junto con su correspondiente certificado de autenticidad firmado en 1905 por monseñor Guillermo Pifferi, cuyo escudo encabeza el documento.


Guglielmo Giosafat Giuseppe Pifferi nació en 1819. Ingresó en la Orden de Ermitaños de San Agustín, en la que fue ordenado sacerdote en 1841. En 1887 fue nombrado Obispo Titular de Porphyreon y Sacristán del Palacio Apostólico, cargo que ejerció hasta su muerte, en 1910.


No tenemos información oficial acerca de este escudo. El campo superior lleva el símbolo que identifica a los agustinos.



En tanto que el resto del escudo, en tres fajas que podemos imaginar de oro, muestran sendos leones pasantes y linguados, cuyo significado desconocemos.

jueves, 17 de octubre de 2024

Fachadas: Alsina y Virrey Cevallos

 


Motivos de estilo heráldico en las ventanas del edificio ubicado en Alsina y Virrey Cevallos.





miércoles, 16 de octubre de 2024

Escudo del Colegio Elmina Paz de Gallo

A fines del siglo XIX,  en Tucumán, Elmina Paz de Gallo fue la iniciadora, junto a Ángel María Boisdron, de la Congregación de las Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús. En 1887 comenzó la formación de doce postulantes, que en enero de 1888. Ese mismo año la Congregación fue afiliada a la Orden Dominicana, y aprobada por la Santa Sede el 7 de septiembre de 1910.


La Congregación, en los años siguientes, fue ampliando  sus servicios en distintos puntos de la Argentina. Así, gracias a una donación realizada en 1910  por Carmen Gallo de Lacroze a su tía y prima, la Madre Elmina Paz de Gallo, se construyó un colegio en Haedo, en el partido de Morón, que abrió sus puertas en 1939. Se trata del colegio cuyo escudo vemos hoy.


Además de las palabras que aparecen en el texto, los elementos simbólicos del escudo son típicos: una llama de fuego (en este caso sostenida por la palma de una mano) y una cruz.

martes, 15 de octubre de 2024

Escudo de monseñor Eduardo Redondo

Eduardo Redondo Castanera nació en Buenos Aires en 1967. En 1990 ingresó en el Aspirantado de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos en Buenos Aires. 

Fue ordenado presbítero el 6 de diciembre de 1998 en la Parroquia San Pío X de Buenos Aires por Monseñor David Picâo, Obispo de Santos (Brasil), diócesis en la que estuvo incardinado.  Volvió más tarde a la Argentina y también ejerció funciones pastorales en Cuba y en el Perú.

El 15 de octubre de 2022 (hace hoy exactamente dos años) se publicó su  nombramiento como Obispo Titular de Tingaria y Auxiliar de Quilmes. Recibió la consagración episcopal en febrero de 2023.

Del sitio web de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos tomamos el texto que sigue, que transcribimos con pequelas correcciones en forma textual:

«El lema episcopal que ha elegido Mons. Eduardo Redondo es Todos somos compañeros de trabajo de Dios (1 Cor 3, 9). Ha reconocido que se trata de una frase que le ha acompañado durante muchos años e intenta ser el humilde recordatorio de la vocación y misión que el Señor le regaló y que quiere vivir junto a los fieles de Quilmes, comenzando por los últimos (Lc 6, 20).

El escudo episcopal recoge varios elementos significativos. El bastón del Buen Pastor es también la cruz y tiene los colores de la tierra, de la Encarnación (Jn 1, 14). El Corazón traspasado por la cruz hace memoria del camino de Jesús, hecho búsqueda y vida fecunda en la vida ofrecida de tantos hermanos y hermanas que son testigos del Evangelio desde el anonimato.

El fondo iluminado del escudo anticipa el resplandor de la Resurrección, regalo y esperanza para todos (Rom 8, 17).

Al pie de la cruz está la Virgen de Luján, Madre de Dios y de su Pueblo, y del otro lado las manos-logo de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús», donde Dios llamó a monseñor Redondo y lo envió en misión. «Simbolizan a todos los discípulos misioneros que, al pie de la cruz, acompañan la Pasión y entrega de Jesús y acogen a su Madre como propia.  Las manos son tres, símbolo de la comunión de Dios Trino, raíz de la misión de la Iglesia (Ad Gentes 2) y modelo de la sinodalidad a la que estamos llamados a vivir teniendo como centro de nuestra vida la Eucaristía (1 Cor 11, 33). Éstas llevan el mismo color de la Encarnación, del barro de que estamos hechos (Gn 2,7).

Madre y discípulos están asentados en el mundo atravesado por la cruz que a la vez es altar, con el Pan y el Vino con los mismos colores de la Cruz-Cristo y el Corazón atravesado.

El borde del escudo y el lema están teñidos con la sangre de todos los que dieron y dan la vida por el Reino (Ap 12, 11)».

lunes, 14 de octubre de 2024

Fachadas: Neuquén 2224

 


A primera vista parece un escudo común y silvestre, pero vacío, es decir,  sin carga alguna. Sin embargo, no es el caso.


Una mirada más atenta permite advertir que se trata en realidad del escudo  del Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, que fue pintado de negro


En el frente de muchas casas, como vimos en varias ocasiones, todavía subsiste el escudo de aquel extraordinario Congreso Eucarístico, celebrado en 1934. En este caso, lamentablemente, el emblema ha sido cubierto con pintura, pero la custodia todavía se deja ver a través de ella.

Publicamos esta entrada en el 90° aniversario de la clausura del XXXII Congreso Eucarístico Internacional.


domingo, 13 de octubre de 2024

Escudo de los Martínez de Bethencourt

Volvemos al Nobiliario del antiguo Virreynato del Río de la Plata; esta vez lo hacemos con el escudo de un linaje cuyo miembro más conocido en la Argentina es Gustavo Martínez Zuviría. 


Gustavo Martínez Zuviría nació en Córdoba en 1883 y falleció en Buenos Aires en 1962. Fue abogado, diputado, ministro y literato; con el seudónimo de Hugo Wast escribió varias novelas destacadas, algunas de las cuales recibieron premios nacionales e internacionales. Dirigió la Biblioteca Nacional durante casi 24 años,  precediendo inmediatamente en el cargo a Jorge Luis Borges. 

Gustavo Martínez Zuviría aparece en el Tomo II del Nobiliario, en el capítulo dedicado a los Martínez de Bethencourt, el que se encuentra precedido por esta aclaración;

Dentro del plan trazado al iniciar la publicación de la segunda parte del Nobiliario del Río de la Plata no figuraba la familia Martínez de Bethencourt (...), pero posteriores consideraciones me han inducido a publicar, aunque sea someramente, la rama radicada últimamente en esta Capital.

El primero de ese linaje mencionado en el Nobiliario es Alonso Rodríguez de Sanabria, descendiente legítimo del célebre Men Rodríguez de Sanabria, fiel compañero del Rey Pedro I de Castilla. Su nieto Luis Rodríguez de Sanabria y Verde (llamado a veces Juan Verde de Sanabria) contrajo matrimonio en 1486  con Inés de Bethencourt y Murguía. Esta última era descendiente de «Margarita Leonor de Bethencourt y Teguise, titulada Infanta de Canarias, hija única y heredera de Maciot de Bethencourt y Bethencourt, titulado II Rey de las Islas Canarias (primo sobrino y heredero del célebre Juan IV de Bethencourt el Grande, Señor de Bethencourt, Barón de Grainville y de Saint Martin Le Gaillard, Conquistador y I Rey de las Islas Canarias, quien descendía por varonía de una de las antiguas y poderosas Casas Feudales de Normandia, que ya figura en la Conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador y en la Primera y Segunda Cruzada), y de María Teguise, descendiente de los antiguos Reyes de Larizarote en las Canarias».

Muchas generaciones después, y tras diversos y complejos enlaces entre familias y linajes, aparece en el Nobiliario nuestro Gustavo Martínez Zuviría.

El escudo que aparece en el capítulo capítulo dedicado a los Martínez de Bethencourt del Nobiliario es el siguiente:

Como vemos, el segundo apellido está volcado en la ilustración como Bethancourt: una de las muchas variantes de su escritura.

La descripción de estas armas en el Nobiliario es la siguiente: 

Partido. 

1° de azur, el sotuer de oro, acompañado de cuatro flores de lis de plata, bordura de azur, ocho crecientes de plata, que es de Sanabria. 

2° de plata, el león de sable armado y  lampasado de gules, que es de Bethencourt.

Cimera:  el león de oro saliente. 

Lema: Ensalza siempre la vida la honra sino se olvida. 


La descripción no se corresponde exactamente con el escudo; además el lema, a nuestro juicio, debería decir "si no", como aparece en otras fuentes: "Ensalza siempre la vida la honra, si no se olvida".

En la Red hemos hallado por separado, con sus respectivos esmaltes, las dos partes del partido:



sábado, 12 de octubre de 2024

Escudo de España en el Club Español

Celebramos hoy con emoción y orgullo la fecha gloriosa del 12 de octubre, el Día de la Hispanidad.


Lo hacemos con un conjunto de fotos tomadas hace poco más de un año en el Club Español de la ciudad de Buenos Aires, que muestran una soberbia versión del escudo de España.


Acompañamos las imágenes con fragmentos de la Apología de la Hispanidad pronunciada hace hoy exactamente 90 años por el cardenal Isidro Gomá y Tomás, Arzobispo de Toledo y Primado de España, en el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires, en el contexto del XI Congreso Eucarístico Internacional.


«América es la obra de España por derecho de invención. Colón, sin España, es genio sin alas. Sólo España pudo incubar y dar vida al pensamiento del gran navegante, que luchó con nosotros en Granada; a quien ampararon los Medinaceli, a quien alentó en la Rábida el P. Marchena, a quien dispensó eficaz protección mi insigne predecesor el gran Cardenal Mendoza; que halló un corazón como el de Isabel y hombres bravos para saltar de Palos a San Salvador. Sin España no hubiese pasado de sueño de poeta o de remembranza de una vieja tradición la palabra de Séneca: «Algunos siglos más, y el océano abrirá sus barreras: una vasta comarca será descubierta, un mundo nuevo aparecerá al otro lado de los mares, y Tule no será el límite del universo».

Al descubrimiento sigue la conquista. Cuando se funda –ha dicho alguien– no se sabe lo que se funda. Cuando España, el día del Pilar de 1492, abordaba en las playas de San Salvador, no sabe que tiene a uno y otro lado de sus naves diez mil kilómetros de costa y un continente con cuarenta millones de kilómetros cuadrados. Ignora que lo pueblan millones de seres humanos, partidos en cien castas, con una manigua de idiomas más distintos entre sí que los más diversos idiomas de Europa. No sabe que la antropofagia, la sodomía, los sacrificios humanos, son las grandes lacras de Aztecas y Pieles Rojas, Caribes y Guaraníes, Quechuas, Araucanos y Diaguitas. No importa: España es pródiga, no cicatera; tiene el ideal a la altura de su pensamiento cristiano; no mide sus empresas por sus ventajas, y se lanzará con toda su alma a la conquista del Nuevo Mundo.

Imposible hablar de la conquista y colonización de América. Una epopeya de tres siglos no cabe en una frase; y la obra de España en América es más que una epopeya: es una creación inmensa, en la que no se sabe qué admirar más, si el genio militar de unos capitanes que, como Cortés, conquistan con un puñado de irregulares un imperio como Europa, o el espíritu de abnegación con que Pizarro, el porquerizo extremeño, vencido por la calentura, traza con su puñal una línea y les dice a sus soldados, que quieren disuadirle de la conquista: «De esta raya para arriba, están la comodidad y el Panamá; para abajo, están las hambres y los sufrimientos, pero al fin, el Perú»; o el valor invicto de aquellos pocos españoles que sojuzgan a los indios del Plata, «altos como jayanes –dice la historia–, tan ligeros que, yendo a pie, cogen un venado, que comen carne humana y viven ciento cincuenta años», fundando la ciudad de Santa María del Buen Aire, hoy la Buenos Aires excelsa; o el celo de Obispos y misioneros que abren la dura alma de aquellos salvajes e inoculan en ella la santa suavidad del Evangelio; o el genio de la agricultura, que aclimata en estas tierras las plantas alimenticias de Europa, que llevarán la regeneración fisiológica a aquellas razas y que hoy son la mayor riqueza del mundo; o el afán de cultura que sembró de escuelas y universidades estos países y que hacía llenar de libros las bodegas de nuestros buques; o aquel profundo espíritu, saturado de humanidad y caridad cristiana, con que el Consejo de Indias, año tras año, elaboró ese código inmortal de las llamadas Leyes de Indias, de las que puede decirse que nunca, en ninguna legislación, rayó tan alto el sentido de Justicia, ni se hermanó tan bellamente con el de la utilidad social del pueblo conquistado.

(...)

La obra de España en América está hoy por encima de las exageraciones domésticas de Las Casas y de las cicaterías de la envidia extranjera. Es inútil, ni cabe en un discurso, reducir a estadísticas lo que acá se hizo, en poco más de un siglo, en todos los órdenes de la civilización. Al esfuerzo español surgieron, como por ensalmo, las ciudades, desde Méjico a Tierra del Fuego, con la típica plaza española y el templo, rematado en Cruz, que dominaba los poblados. Fundáronse universidades que llegaron a ser famosas, en Méjico y Perú, en Santa Fe de Bogotá, en Lima y en Córdoba de Tucumán, que atraía a la juventud del Río de la Plata. Con la ciencia florecían las artes; la arquitectura reproduce la forma meridional de nuestras construcciones, pero recibe la impresión del genio de la raza nueva; y el gótico, el mudéjar, el plateresco y el barroco de Castilla, León y Extremadura, logran un aire indígena al trasplantarse a las florecientes ciudades del Nuevo Mundo. La pintura y la escultura florecen en Méjico y Quito, formando escuela; trabajan los pintores españoles para las iglesias de América, y particulares opulentos legan sus colecciones de cuadros a las ciudades americanas. Fomentan la expansión de la cultura la sabia administración de Virreyes y Obispos, las Audiencias, castillo roquero de la justicia cristiana, los Cabildos y encomiendas, que forman paulatinamente un pueblo que es un trasunto del pueblo colonizador».