El 29 de noviembre de 1966, es decir hace hoy exactamente 45 años, una Circular Administrativa Interna invitó a todo el personal de la Dirección Nacional de Aduanas (actualmente Dirección General de Aduanas) a participar en un concurso tendiente a proveer a la repartición de un escudo propio, que exteriorizase su misión y carácter.
El escudo que resultó elegido fue el creado por Federico Gualberto Garrell; los dibujos pertenecieron a Luis Arce. El blasón fue designado como símbolo oficial de la Dirección Nacional de Aduanas mediante Decreto Nº 7852/67 del Poder Ejecutivo Nacional.
Del sitio web de la Organización Mundial de Aduanas obtenemos la siguiente descripción del escudo:
«Se optó por el escudo cuartelado, es decir, escudo dividido en cruz, compuesto por cuatro cuarteles o cantones y un quinto cantón superpuesto sobre su corazón o abismo.
Esta división obedeció a la idea de establecer los cuatro períodos básicos que configuran la historia de nuestra Patria y destacar, en el cuartel o cantón superpuesto, el motivo central del propósito.
Expuesto así el principio, el escudo muestra en su cantón diestro, en relación al jefe del mismo, una carabela colombina surcando las aguas del Plata a velas desplegadas, intentándose con ello significar la primera de las épocas: la de la Conquista y Fundación.
El cantón siniestro del jefe señala al Cabildo, monumento cumbre de nuestra nacionalidad y del que surge nuestra Patria como país libre y soberano, interpretándose así el fin de la época colonial y dependiente, y la tenaz e inquebrantable voluntad de independencia.
El cantón diestro de la punta destaca, en primer plano, la Constitución de 1853, Primera Carta Magna, Ley Fundamental de nuestra organización como Estado, irradiando brillante e imperecedera luz sobre las vías férreas tendidas a lo largo y ancho del país como símbolo de progreso, y a la vencida y claudicante carreta, imagen de un pasado fragoroso que cede a un venturoso porvenir.
El cantón siniestro de la punta muestra una rueda mitad dentada y mitad ornada con espigas de trigo, representación de la industria y divisa de comercio, significándose así el fin de la época de tiranías y caudillajes, de disensiones y discordias y abriendo, simultáneamente, las puertas al período de la ya definitiva Organización Nacional, acrecentada y fortalecida por el trabajo noble y fecundo de todos los argentinos.
El cantón medio superpuesto sobre el corazón o abismo del escudo destaca a la Aduana, núcleo central del motivo sobre la que convergen las cuatro épocas precitadas y al pie coincidiendo su centro en la punta del escudo la leyenda en latín clásico: NATIONALEM CÖEGIT INSTITUTIONEM AC ROBORAVIT que, traducida, significa: CONSOLIDO LA ORGANIZACIÓN NACIONAL, coronado todo por la efigie de la República, símbolo supremo, excelso de nuestra Patria Argentina».
Este escudo puede verse, por ejemplo, en las máquinas que sirven para observar, con rayos X, el interior de las valijas en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza... pero en ese contexto no me he animado a tomarle fotos.
Es interesante observar que la Aduana es una de las instituciones más antiguas del país, si no la más antigua. «Su origen se remonta a los tiempos de la conquista y colonización española. Existen antecedentes históricos que señalan que los primeros derechos aduaneros en tierras del Plata fueron establecidos en la “Capitulación” celebrada entre Carlos V y Don Pedro de Mendoza para la conquista del Río de la Plata. Por Real Cédula del 19 de julio de 1534, se establecía la exención del pago de derechos de todos aquellos bienes que llevaran consigo los colonos y pobladores, siempre que lo introducido fuera para uso personal y provisión de sus viviendas, anulándose el privilegio en caso del cambio de destino de la mercadería a introducir», según nos dice el sitio del Sindicato Único del Personal Aduanero de la República Argentina.
El Día de la Aduana Argentina se celebra el 1° de junio en recuerdo del más antiguo registro oficial que se conserva, de una operación de importación: el desembarco de mercaderías arribadas en la carabela “Nuestra Señora del Rosario” el 1° de junio de 1586, al mando del Capitán Alonso de Vera y Aragón y con carga procedente de las costas del Brasil.
Pese al respeto que merece la venerable historia de la Aduana, es indudable que el escudo es deficiente desde el punto de vista heráldico, y no está a la altura de la institución que pretende representar.