"Odas seculares" es un poemario escrito en 1910 por Leopoldo Lugones con motivo de la celebración del primer centenario de la Revolución de Mayo. Está dividido en cuatro secciones ("A la Patria", "Las cosas útiles y magníficas", "Las ciudades" y "Los hombres"). En la primera sección hay un solo poema; en cada una de las restantes hay tres. Nos referiremos hoy al último poema de la última sección, es decir, a la última obra de todo el libro: "Los próceres".
Aquellos grandes hombres, con dignidad severa,
que es la lección más alta de su ilustre carrera,
en la bella y difícil conciencia del deber,
para honra de la Patria dicen cómo hay que ser.
Mandan que en una vida de sencilla nobleza,
tengamos bien unidos corazón y cabeza;
como el pilar constante, si es sólido su ajuste,
un solo miembro íntegra con la basa y el fuste.
Estas dos estrofas iniciales muestran la tónica general del poema. Transcribiremos algunos fragmentos que hacen alusiones de algún modo vinculadas con la Heráldica, que iremos ilustrando con fotos propias.
(...)
Que el sol de la bandera no cobije intereses
bastardos, proveyendo la igualdad de las mieses
y la paz de los hombres con justiciero rayo;
pues ya la Junta el mismo 25 de Mayo,
ordenó en su proclama que el porvenir encierra:
"Llevad hasta los últimos términos de la tierra
la persuación de vuestra cordialidad". Y el Canto
de las primeras glorias, con grito sacrosanto
que habló en mares y cumbres como un viento profundo
nos predijo por libres los plácemes del mundo.
Y la sólida regla de la Constitución,abrió a todos los hombres el noble pabellón,
como árbol de justicia donde la primavera
con sus flores azules y blancas se embandera.
(...)Que hagamos de sus tumbas las macetas de flores
con que los buenos muertos prorrogan sus amores,
como si nos dijeran con su palabra honrada
que la eternidad fórmase de vida renovada;
y que así como ellos precisamos vivir,
no de pasado ilustre, sino de porvenir.
(...)
Pues ellos nos dejaron en sus actos más bellos
el duro y noble encargo de ser mejores que ellos.
Su probidad sencilla, su piedad grave y recta,
el porfiado heroismo de su vida imperfecta,
el timbre igualitario que dieron a sus nombres,
nos prueba que, ante todo, cuidaban de ser hombres.
Y lo que nos los torna más buenos y admirables
en los póstumos días, es que son imitables.
(...)
En un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo.
Todas las fotos son propias, como se dijo; según el orden en que aparecen en esta entrada, fueron tomadas en las siguientes locaciones: Plaza de Mayo; San Antonio de Areco; cielo en la Ruta 2 (entre Chascomús y Buenos Aires); Casa de Gobierno; Catedral de Buenos Aires; Buque Museo A.R.A. Irigoyen en San Pedro (Bs. Aires).
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