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miércoles, 24 de junio de 2020

«EL ESCUDO Y LOS COLORES NACIONALES» (1 de 4)

Hemos resuelto celebrar a lo largo de esta semana el décimo aniversario de nuestro Blog ofreciendo a nuestros lectores una transcripción actualizada, corregida y enriquecida con imágenes, de la célebre obra de Estanislao Zeballos, «EL ESCUDO  Y LOS COLORES NACIONALES», publicada en el año 1900. Lo haremos en cuatro partes a partir de  hoy.

El texto completo de la obra puede consultarse en Wikisource y en la Biblioteca Virtual Cervantes, pero la que aquí presentamos es una versión de mejor calidad, porque:
1) el texto que aparece en Wikisource está incompleto (falta un fragmento de la página 11), y señala además una "errata notable", todo lo cual hemos corregido y completado aquí, como explicamos más abajo;
2) la versión de la Biblioteca Cervantes consiste en imágenes escaneadas de la obra original, mientras que aquí ofrecemos el texto (casi en su totalidad);
3) hemos transcripto la obra usando la ortografía actual ("a" por "á", "o" por "ó", "fue" por "fué", etcétera);
4) hemos corregido pequeñas erratas del original;
5) la versión original sólo traía las imágenes en blanco y negro que también publicamos aquí, pero hemos enriquecido nuestra versión con diversas imágenes en colores.

Algunas aclaraciones: 
-Omitimos algunos fragmentos que no son significativos para el propósito de este Blog y  aligeramos notablemente las citas al pie y las referencias en el texto mismo, manteniendo sólo las que resulten más importantes a los efectos de la cabal comprensión del estudio.  El lector interesado puede ver el texto completo y todas las citas en los sitios mencionados.
-Adaptamos también la tipografía e hicimos pequeños ajustes en la puntuación.
-Las imágenes en blanco y negro están ubicadas aproximadamente en el mismo lugar del texto en que aparecen en el original.
-Respecto de la "errata notable" señalada en Wikisource, debemos hacer notar que se refería, sobre todo, a la fecha de uno de los documentos sobre los colores nacionales; al  corregir el error  en el cuerpo del texto, hemos optado por ubicar el fragmento en el lugar correspondiente según el orden cronológico.

Pasamos pues a la destacada obra con que celebramos esta semana de nuestro aniversario.


EL ESCUDO Y LOS COLORES NACIONALES
por Estanislao S. Zeballos


I

Los atributos nacionales corren de tal manera alterados por eliminación de caracteres o por adiciones y variantes arbitrarias y a las veces ridículas, que aun las personas instruidas se preguntan a menudo ¿cuál es el verdadero escudo nacional?

Las administraciones públicas han abandonado los emblemas sagrados de la Patria a la fantasía de los maestros, dibujantes, arquitectos, albañiles, litógrafos, fabricantes, constructores de buques y de toda clase de obras, a menudo extranjeros, que intervienen por regla general en los trabajos en que la bandera y las armas de la República son divisa característica. Así se explica que en la Casa del Gobierno federal, en el Congreso, en las salas de la Justicia, en los ministerios, en las escuelas, en la moneda metálica, en los billetes de banco, en los timbres de correo y telégrafos, en las facultades universitarias, en los buques de guerra, en los cuarteles, en las atarazanas y en las oficinas menores difieran los símbolos del escudo y su combinación, como si se tratara de decoraciones caprichosas.



II

La Asamblea General Constituyente de 1813 substituyó al Virreinato español del Río de la Plata, la Nación Argentina incoada. Al Congreso de Tucumán de 1816 tocó solamente la honra de redactar la forma de la notificación solemne a España y al Mundo, del hecho que la Asamblea de 1813 y su Himno de guerra, su escudo y su bandera habían proclamado, en estos términos sonoros y bellos:

Se levanta a la faz de la tierra
una nueva y gloriosa Nación.

El Triunvirato de 1812, compuesto por los patricios Juan José Passo, Francisco Belgrano y Antonio Álvarez Jonte, cuyo secretario era Juan Manuel de Luca, convocó al pueblo del Virreinato para elegir diputados al Congreso General Constituyente, el 24 de octubre de 1812. En el notable y solemne documento decía:
Llamados al ejercicio del poder, no por ambición, ni por intriga, sino por el sufragio de los hombres libres, cuando se haya establecido la base y forma del Gobierno que se crea más a propósito al bien y utilidad de todos, resignarán el mando inmediatamente en las manos que una legítima elección señale, enteramente contentos con la gloria y el honor de haber conducido a los pueblos del Río de la Plata a la dignidad de una Nación legítimamente constituida; así que reconociendo, desde luego, la representación nacional no solo como un derecho, sino como un deber, la invocan como el medio más eficaz de proveer a la común defensa, procurar la seguridad general, y asegurar las bendiciones de la Libertad para la edad presente y futura...
Nobilísimas palabras, lenguaje extraño, revelación patriótica en labios de los colonos humildes y aislados del comercio intelectual y económico del Mundo, proclamación solemne de los ideales de un pueblo libre, eran dignas de inspirar el preámbulo de las constituciones sucesivas de la República, en cuyas frases vive y vivirá, eternamente glorioso, el espíritu de la convocatoria de 1812.

Constituida legítimamente la autoridad suprema de la «nueva y gloriosa nación», el Cabildo de Buenos Aires escogió la oportunidad de la victoria de Salta, el 20 de febrero del año extraordinario de 1813, para hacer pública y solemne proclamación del advenimiento de la Patria al concierto de los pueblos sui juris. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, al felicitar a la Asamblea General Constituyente, en Sala solemne y plena, con ocasión de aquel triunfo, dijo:
Soberano Señor: Se presenta ante la nacional autoridad de Vuestra Soberanía el Ayuntamiento de Buenos Aires, con todo el lleno de enajenación y placer de que debe inundarlo el plausible motivo que lo trae a felicitar a la augusta, a la triunfante majestad de la Patria.
Batalla de Salta

III

La nueva nacionalidad, así proclamada, debía figurar blasones propios. Los del Rey y de la nobleza fueron suprimidos por la Asamblea de 1813, bajo el estímulo ardiente de la victoria de Salta, que inspiró la fogosa alocución, sancionada en la sesión de 6 de marzo, cuyas primeras palabras dicen:

¡Pueblos! 
¡Ya está abierto a la faz del Mundo
 el gran libro de nuestro destino!

La bandera nacional, creada por el general Belgrano el 27 de febrero de 1812 en el Rosario, y jurada dos veces por su ejército victorioso del Norte, en Jujuy el 25 de mayo del mismo año, y en el río Pasaje, hoy Juramento, el 13 de febrero de 1813, fue adoptada por la Asamblea General Constituyente. No existe el decreto, sin duda, porque la Asamblea no lo juzgó necesario, al inclinarse reverente ante el hecho consumado. Comprueba mi juicio la circunstancia de que el general Belgrano hiciera jurar al ejército de su mando, acampado en 1813 sobre el río Pasaje, acatamiento y obediencia a la Asamblea General Constituyente, desplegando la bandera celeste y blanca al frente de las tropas, sostenida por su propia mano, como primer abanderado de la Patria. La Asamblea, al felicitar al Ejército del Norte por su victoria de Salta, alcanzada con el pabellón celeste y blanco, sancionó implícitamente los hechos producidos por el comandante en jefe.


Juramento de fidelidad a la Asamblea del Año XIII,
13 de febrero de 1813

En los uniformes de la mayor parte de los cuerpos hispanoamericanos, que se batieron en 1806 y en 1807 contra los ingleses, predominaban los colores azul y blanco. 
La compañía de Cazadores Correntinos lucía pantalón blanco y casaca azul celeste, con alamares blancos. El penacho del sombrero era también celeste y blanco. 
Los batallones de Marineros y Mineros usaban uniforme completo azul con vistas rojas. 
Los gloriosos Húsares de Pueyrredón vestían como los anteriores, con alamares blancos sobre el pecho. 
Azul era el uniforme de los Artilleros, con peto encarnado. 
El batallón de Naturales llevaba pantalón blanco y blusa azul.
Húsares
de Pueyrredón
El regimiento de Pardos guerreó con casaca celeste y pantalón blanco. 
Los regimientos de Patricios afrontaron el fuego con pantalón blanco, blusa azul y penacho del primer color. 
En los uniformes de los Gallegos, Arribeños, Andaluces y Montañeses, el pantalón era blanco y las chaquetas azules con peto blanco en el primer cuerpo, y rojo en los tres últimos. 

Este predominio del azul «color del cielo sin nubes», según el léxico oficial, pudo tener por origen actos de fidelidad al monarca Carlos IV, como lo presume el general Mitre (...), o tal vez sería casual. Los siete mil hombres armados en Buenos Aires y cuya revista tuvo lugar en el bajo de Barracas al Norte el 17 de enero de 1807, aparecieron uniformados en su mayor parte a sus propias expensas o «por la liberalidad de las personas pudientes con el mayor lujo y gusto en sus trajes. Y es cosa singular que para esto no contribuyó en poco el enemigo mismo, con motivo del apresamiento que se le hizo de varios buques en los seis primeros meses siguientes a la Reconquista». Así habla un testigo ocular y narrador autorizado de las invasiones inglesas, Saguí, en su conocido libro. Era natural que no abundaran en la plaza de Buenos Aires, cortada del comercio universal, las telas propias para vestir de improviso numerosos cuerpos movilizados, y las tomadas a los ingleses eran en su mayor parte azules y blancas. Los Patricios usaban el azul ligero o blanco de la Heráldica, llamado en el lenguaje común celeste. Sea casual o deliberada la adopción de estos colores, lo cierto es que con ellos recibieron los soldados coloniales su bautizo de fuego, sintiendo el orgullo sugestivo de las primeras victorias, y fueron también usados en lazos breves y flotantes por los revolucionarios de 1810.

He aquí el extracto cronológico de las leyes, decretos y resoluciones administrativas confirmando los colores nacionales celeste y blanco del lazo de Mayo:

18 de febrero de 1812 — «El Superior Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata: En acuerdo de hoy se ha resuelto que desde esta fecha en adelante se haga, reconozca y use por las tropas de la Patria, la escarapela que se declara nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata y deberá componerse de los dos colores blanco y azul celeste, quedando abolida la roja que antes los distinguía».

5 de mayo de 1813 — La Asamblea General Constituyente sanciona el reglamento de divisas para todos los militares. El brigadier general «usará una faja blanca y celeste, con fleco de oro en las puntas».

Febrero de 1814 — El Poder Ejecutivo decreta los distintivos para la plana mayor militar de todos los ejércitos del Estado y adopta faja celeste o faja blanca, según los grados.

9 de noviembre de 1814 — El Poder Ejecutivo decreta el escudo de La Patria a los vencedores de la Florida, «de paño en fondo blanco, con vivo celeste».


"A los vencedores en La Florida"

15 de abril de 1817 — El Poder Ejecutivo decreta premios a los vencedores de los Andes y especialmente uno a San Martín, Vencedor de los Andes y Libertador de Chile. La medalla debía ser «pendiente del pecho con una cinta tricolor blanca, celeste y amarilla».

25 de abril de 1817 — El Poder Ejecutivo decreta medallas a los que tomaron parte en la acción de Humahuaca, «pendiente de una cinta celeste y blanca».

28 de noviembre de 1817 — El Poder Ejecutivo acuerda una medalla a los defensores de Salta «pendiente a una cinta celeste en el pecho», y «un escudo de paño blanco con inscripción de letras celestes».

25 de febrero de 1818 — En el acta de la sesión del Congreso Nacional, de este día, se lee:
El señor Chorroarin, comisionado para abrir opinión sobre las notas del Poder Ejecutivo en orden a la diferencia de las banderas nacionales y a la divisa de los generales en campaña, que era de parecer que sirviendo para toda bandera nacional los dos colores blanco y azul, en el modo y forma hasta ahora acostumbrado fuese distintivo peculiar de la bandera de guerra, un Sol pintado en medio de ella; cuyo proyecto, adoptado por la Sala después de algunas reflexiones, quedó aprobado.
Esta sanción está interpretada por la publicada en julio de 1816 que dice:
Tucumán, 25 de julio de 1816 — «Elevadas las Provincias Unidas en Sur América, [al rango de una nación] después de la declaratoria solemne de su Independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca, de que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, ínterin, decretada al término de las presentes discusiones la forma de Gobierno más conveniente al territorio, se fijen conforme a ella los jeroglíficos de la bandera nacional mayor. Comuníquese a quienes corresponda su publicación». — Francisco Narciso de Laprida, Diputado Presidente — Juan José Passo, Diputado Secretario.
Buenos Aires, 25 de febrero de 1818 — Habiendo pedido el Supremo Director se declarase la divisa que debían usar los Generales en Campaña a consecuencia de lo acordado sobre el uso de las bandas en cuanto a los grandes oficiales de la Legión de Mérito de Chile, y así mismo las banderas que deban usarse, así en las plazas fuertes y buques de la Nación como en los mercantes de la misma, por requerir ya las circunstancias que se diferencien como es la práctica en todas las naciones, el Congreso Nacional resolvió: 1º Que sirviendo para toda bandera nacional los dos colores blanco y azul y en el modo y forma hasta ahora acostumbrado, fuese distintivo peculiar de la bandera de guerra un Sol pintado en medio de ella. 2° Que todos los que por ordenanza, decreto o estatuto deban o puedan traer bandas, inclusos los grandes oficiales de la Legión de Mérito de Chile, la usen del modo ordinario acostumbrado, y porque la banda que sirve de divisa al Supremo Director del Estado debe diferenciarse de las otras, de suerte que jamás se confunda con ellas y que sea bastante notable la diferencia, serán peculiares y privativos de ella los dos colores blanco y azul que la distinguen en la forma que hasta ahora se ha usado, y en ella se pondrá un Sol bordado de oro en la parte que cruza desde el hombro hasta el costado, de modo que caiga sobre el pecho y se haga bien visible.

6 de julio de 1818 — El Poder Ejecutivo premia a los vencedores de Maipo. Las clases y los soldados reciben cordones de seda y lana de colores blanco y celeste. [*]

Es oportuno remembrar, finalmente, que en los libros de blasones españoles hay uno, de remoto origen, que lleva la bandera de dos fajas azules y una blanca al medio. Me refiero a las armas de la familia de Aspiazu, dibujadas y descritas en la famosa obra Nobiliario de los Reinos de España, por Francisco Piferrer (Madrid, 1857), en el segundo tomo del Apéndice titulado Archivo Heráldico, Armas, Timbres y Blasones, etc. (Madrid, 1866), página 63, escudo 389. Se describe un duelo singular por la bandera en la batalla de Roncesvalles. El abanderado francés la pierde a los golpes de un soldado vizcaíno, que deriva de su hazaña el apellido de Aspiazu.


IV

La Asamblea del Año XIII creó también el escudo nacional. No ha llegado hasta nuestra época la disposición especial. Me inclino a creer que su falta en las actas del Congreso significa que la resolución originaria de formar un sello para la Asamblea fue cumplida por la mesa del memorable cuerpo, como función administrativa. Los documentos deben existir en los archivos revueltos y tal vez aparecerán. Cada vez que el Congreso General Constituyente tuvo necesidad de simbolizar blasones nacionales, para substituir los del Rey, mandó usar su sello.

Hubo dificultades serias para grabarlo en metal. Ribera, el artista de la época en el ramo, las venció para el gobierno; pero la prensa lo usaba en madera, con las imperfecciones del arte de Buenos Aires en 1813. Es extraordinario que la preciosa reliquia y sus derivados no hayan sido conservados en las oficinas públicas. Acaso existen en la legislatura o en la casa de gobierno de Buenos Aires, en algún mueble antiguo y de largos años inexplorado. ¿Habrán pasado a la colección de alguna familia o curioso? Sería un acto de patriotismo y de buena administración promover el hallazgo de estos solemnes y fundamentales documentos.

Yo poseo numerosas impresiones exactas del sello de 1813. Él fue reproducido fiel y repetidamente en madera y estampado en la portada de los documentos de la Asamblea, del Poder Ejecutivo y al frente de varias hojas periódicas, que conservo.

La primera ley que lo menciona es la de 13 de marzo. He aquí el acta y el texto legal, reverentemente copiados:
Hecha una moción en este día por uno de los ciudadanos representantes para que se designase al Supremo Poder Ejecutivo el sello que debía usar en sus diplomas y contestaciones oficiales, se acordó por unanimidad de votos, lo siguiente:

DECRETO
La Asamblea General ordena que el Supremo Poder Ejecutivo use el mismo sello de este Cuerpo Soberano, con la sola diferencia de que la inscripción del círculo sea la de:   Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.                                  
Tomás Valle, Presidente. Hipólito Vieytes, Diputado Secretario
Escaso de tiempo para grabar todas las ilustraciones necesarias, debo el allanamiento de la dificultad a mi distinguido amigo el señor Alejandro Rosa, que ha puesto a mi disposición los clisés de sus preciosos libros numismáticos, Monetario Americano (1892) y Medallas y Monedas de la República Argentina (1898).


En la página 65 de la última, publicó el sello de la Asamblea, en forma perfectamente igual a los numerosos grabados que adornan mi colección de La Gazeta Extraordinaria de Buenos Aires y de otros impresos de la época. He ahí, pues, el origen del blasón argentino, en tamaño natural.

(Continuaremos mañana con la segunda parte)
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Notas al pie:

[*] Consúltese la discusión histórica mantenida en 1878 por el teniente general Bartolomé Mitre y el señor Mariano A. Pelliza subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores, con intervención de otras personas autorizadas. Sostenía el general Mitre los colores blanco y celeste de la tradición sancionada por la Asamblea de 1813 y por el Congreso de Tucumán en 1816. El señor Pelliza afirmaba que la ley del Congreso de Tucumán estableció el color azul en 1818, es decir, un tinte más obscuro que el de las divisas, escarapelas y banderas acostumbradas desde el año XIII. El historiador señor Clemente L. Fregeiro tomó parte en el debate de acuerdo con las conclusiones del general Mitre.

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