Este Blog nació y existe para "mostrar, difundir y compartir las manifestaciones de la Heráldica en nuestro país". Por ello nos esforzamos para mostrar los numerosos escudos que adornan las paredes y ventanas de Buenos Aires y de otras ciudades argentinas y sudamericanas.
Pero la entrada dedicada hace tres días a "Obsesionario", y la de anteayer, que motró una viñeta de Sónoman, así como las consagradas en otras ocasiones a casas de indumentaria masculina y a bebidas espirituosas, entre otras, muestran que hay otros muchos y variados ámbitos de nuestra vida cotidiana en que también se hace presente la Heráldica.
¿Y la literatura? ¿Habrá alguna obra literaria argentina en la que se describa un escudo, o, al menos, en que se encuentre alguna referencia más o menos explícita a nuestra noble disciplina? Hace tiempo que me hacía este interrogante.
La respuesta a esta pregunta surgió en agosto, cuando me dispuse a leer "Misteriosa Buenos Aires", de Manuel Mujica Láinez. Había leído algunos de los cuentos de ese libro hace muchísimos años, en una antología titulada "Cuentos de Buenos Aires". Pero nunca había tenido ocasión de leer el primero de los relatos de "Misteriosa Buenos Aires". Se titula "El hambre", se desarrolla en 1536, y se refiere a las penurias que sufrían los pobladores del asentamiento fundado por Pedro de Mendoza en lo que hoy es Buenos Aires.
Transcribo las partes pertinentes del texto (los destacados son míos):
"Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el interior de su choza miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que reptan sobre el lujo burlón de los muebles traídos de Guadix, se adhieren al gran tapiz con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen en las mesas, cerca del Erasmo y el Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra en su tersura el “Ave María” heráldico del fundador.
El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera arrastrar el pabellón de damasco y sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. [...]
Y si no hubiera llegado aquel plañir atroz de bocas sin lenguas, nunca hubiera logrado eludir la persecución de la carne corrupta, cuyo olor invade el aposento y es más fuerte que el de las medicinas. ¡Ay!, no necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del real, oscilan los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado un caballo y habérselo comido. Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos.
Pero la entrada dedicada hace tres días a "Obsesionario", y la de anteayer, que motró una viñeta de Sónoman, así como las consagradas en otras ocasiones a casas de indumentaria masculina y a bebidas espirituosas, entre otras, muestran que hay otros muchos y variados ámbitos de nuestra vida cotidiana en que también se hace presente la Heráldica.
¿Y la literatura? ¿Habrá alguna obra literaria argentina en la que se describa un escudo, o, al menos, en que se encuentre alguna referencia más o menos explícita a nuestra noble disciplina? Hace tiempo que me hacía este interrogante.
La respuesta a esta pregunta surgió en agosto, cuando me dispuse a leer "Misteriosa Buenos Aires", de Manuel Mujica Láinez. Había leído algunos de los cuentos de ese libro hace muchísimos años, en una antología titulada "Cuentos de Buenos Aires". Pero nunca había tenido ocasión de leer el primero de los relatos de "Misteriosa Buenos Aires". Se titula "El hambre", se desarrolla en 1536, y se refiere a las penurias que sufrían los pobladores del asentamiento fundado por Pedro de Mendoza en lo que hoy es Buenos Aires.
Transcribo las partes pertinentes del texto (los destacados son míos):
"Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el interior de su choza miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que reptan sobre el lujo burlón de los muebles traídos de Guadix, se adhieren al gran tapiz con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen en las mesas, cerca del Erasmo y el Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra en su tersura el “Ave María” heráldico del fundador.
El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera arrastrar el pabellón de damasco y sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. [...]
Escudo de armas de la casa de Mendoza en la casa natal del Marqués de Santillana en Carrión de los Condes (Palencia, Castilla y León) |
Y si no hubiera llegado aquel plañir atroz de bocas sin lenguas, nunca hubiera logrado eludir la persecución de la carne corrupta, cuyo olor invade el aposento y es más fuerte que el de las medicinas. ¡Ay!, no necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del real, oscilan los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado un caballo y habérselo comido. Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos.
¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del Buen Aire? ¿Cuándo regresarán los que fueron al Brasil en pos de víveres? ¿Cuándo terminará este martirio y partirán hacia la comarca del metal y de las perlas? Se muerde los labios, pero de ellos brota el rugido que aterroriza. Y su mirada turbia vuelve hacia los platos donde el pintado escudo del Marqués de Santillana finge a su extravío una fruta roja y verde".
En el mismo cuento, más adelante, aparece en escena Baitos, "el ballestero", también hambriento y desesperado, quien odia a sus jefes y los culpa de sus desgracias. Al verlos en la oscuridad de la noche, "se disimula detrás de una barrica. Le irrita observar que ni aun en estos momentos en que la muerte asedia a todos han perdido nada de su empaque y de su orgullo. Por lo menos lo cree él así. Y tomándose de la cuba para no caer, pues ya no le restan casi fuerzas, comprueba que el caballero de San Juan luce todavía su roja cota de armas, con la cruz blanca de ocho puntas abierta como una flor en el lado izquierdo..." [...] "Conversan los señores en la claridad de la fogata. Brillan sus palmas y sus sortijas cuando las mueven con la sobriedad del ademán cortesano; brilla la cruz de Malta; brilla el encaje del mayordomo del Rey de los Romanos, sobre el desgarrado jubón...".
Varias referencias heráldicas aparecen en los fragmentos que acabamos de transcribir. Ante todo, la mención de la Orden de Santiago; luego - y sobre todo- las dos alusiones al escudo de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana: "el Ave María heráldico" del segundo y tercer campo del blasón de los Mendoza, y los colores rojo y verde de los campos primero y cuarto, que le parecen frutas al fundador, delirante de hambre y de fiebre. Finalmente, la referencia a la Cruz de Malta.
Seguramente no será fácil encontrar otras muestras de la presencia de la Heráldica en la literatura. Pero seguiremos buscando.
Mi estimado:
ResponderBorrarDentro del mundo de la literatura ahí varios ejemplos en donde aparece la heráldica:
En los tres mosqueteros de Alexander Dumas (padre) francés, en el capitulo: “El hombro de Athos, el tahalí de Porthos y el pañuelo de Aramis”, se desarrolla una pequeña rencilla entre Aramis y uno de los guardias del cardenal, el objeto de la lid era el pañuelo de la señora de Bois-Tracy, en el que sale bordadas las armas coronadas de dicha dama en una de sus esquina. En el capitulo: “La mujer de Athos”, se describe a Athos como un versado en genealogía, heráldica y nobiliaria: “….Si se trataba de una comida, Athos la ordenaba mejor que nadie en el mundo, colocando a cada invitado en el sitio y en el rango que le habían conseguido sus antepasados o que se había conseguido él mismo. Si se trataba de la ciencia heráldica, Athos conocía todas las familias nobles del reino, su genealogía, sus alianzas, sus armas y el origen de sus armas….”en el volumen que poseo en una de sus ilustraciones aparece las armas del Card. Richelieu, entre otros ejemplos…
En las Aventuras de Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle, escocés, en el cuento “El aristócrata solterón” el ante último cuento, recibe una carta con un blasón, don Sherlock describe las armas del 2° hijo del Duque de Balmoral “…-Entonces, tengo el tiempo justo, contando con su ayuda, para ponerme al corriente del tema. Repase esos periódicos y ordene los artículos por orden de fechas, mientras yo miro quién es nuestro cliente -sacó un volumen de tapas rojas de una hilera de libros de referencia que había junto a la repisa de la chimenea-. Aquí está -dijo, sentándose y abriéndolo sobre las rodillas-. «Robert Walsingham de Vere St. Simon, segundo hijo del duque de Balmoral»... ¡Hum! Escudo: Campo de azur, con tres abrojos en jefe sobre banda de sable. Nacido en 1846. Tiene, pues, cuarenta y un años, que es una edad madura para casarse. Fue subsecretario de las colonias en una administración anterior. El duque, su padre, fue durante algún tiempo ministro de Asuntos Exteriores. Han heredado sangre de los Plantagenet por vía directa y de los Tudor por vía materna. ¡Ajá! Bueno, en todo esto no hay nada que resulte muy instructivo. Creo que dependo de usted, Watson, para obtener datos más sólidos…”
En el Unicornio, Manuel Mujica Laínez, argentino, habla sobre las armas de los Lusignan, de las brisuras en las armas de este linaje, y de blasones de otros linajes, “…de su flaco pendía mi escudo y en su campo mi madre había pintado una torre sobre la cual volaba un dragón…”
En “Los falsos peregrinos” de Nicholas Wilcox seudónimo de Juan Eslava Galán, español, hace referencia a las armas de Francia, sus lises.
En “Doce cuentos peregrinos” de Gabriel García Márquez, colombiano, en el cuento “María dos Prazeres”, hace mención del blasón del Conde de Cardona, en su automóvil.
En “La Ciudad Escarlata, La novela de los Borgia” de Hella S. Hsasse, indonesia, menciona las armas de los Borjas, de Aragón, de Venecia, “…Desde entonces, llevo el arma siempre encima; se trata de un estilete de Toledo bellamente cincelado. En el mango relucen los signos heráldicos de los linajes de Borja y Llançol.
ResponderBorrarEn “El último papa” de David Osborn, estadounidense, hace algunas pequeñas menciones sobre armerías “…y si el niño fuera varón se convertiría en caballero y llevaría su escudo de armas, con la barra cruzada…”
En “Los Borgia” de Mario Puzo, estadounidense, aparecen las armas de los Médici, Borgia, Bentivoglio. “… y en todos los frescos se podía ver un toro rojizo en actitud de envestida: el estandarte de la familia Borgia…”
En “El secreto de los Medici” de Michael White, australiano, bueno, la novela hace referencia en algunos capítulos a las armas de esta familia florentina….
En “Operación esmeralda” de Gerald Browne, estadounidense “…a la derecha de la entrada, ordenados como en escuadra, estacionados en perfecta simetría, siete Bentleys sedan, exactamente iguales, blancos y con un intricado emblema familiar pintado en el panel frontal de la puerta. La marca de los Argenti...”
Estos son lo que me acuerdo, en una y otra enciclopedia o manual, también aparece la heráldica.
Saludos
Gracias por el aporte. En realidad yo me refería a la literatura argentina, ya que a ese ámbito se limita este blog. Investigaré sobre la obra de Mujica Láinez que citás, y quizás le dedique alguna entrada. Gracias nuevamente
ResponderBorrarEn "La Gesta del Marrano" de Marcos Aguinis, argentino, creo que también trata algo. Entendí que se trataba de literatura argentina, pero creo que un poco de información nunca viene mal, tratare de buscar en la literatura argentina, ya que leo mucho y variado, creería que algo encontrare.
ResponderBorrarSaludos