En el número 54 (Volumen IV) del Boletín Interno del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, aparecido en julio de 1975, que puede descargarse de la página web de la institución, se publicó un artículo con el mismo título de esta entrada, firmado por Félix F. Martín y Herrera.
Por considerarlo de interés, dada la curiosidad del caso que plantea, transcribimos ese artículo a continuación:
«Entre la gama, desconcertante a veces, de anómalas versiones de nuestro escudo nacional, se lleva hasta ahora la palma, una descubierta hace poco. En realidad, su sorpresivo detalle, analizado más adelante, fue advertido por mi hijo Francisco, de 16 años, caracterizado por su curiosidad científica, quien observaba varios libros de un anaquel. En cierto momento, separó un ejemplar del conocido «Handbook of the River Plate - comprising the Argentine Republic, Uruguay, and Paraguay - with six maps, by M. G. and E. T. Mulhall, Propietors and Editors of the Buenos Ayres “Standard” - Fifth Edition - Ninth Thousand - Buenos Ayres - M. G. & E. T. Mulhall, 88 Calle Maypú. London: Trubner and Co. – 1885», que perteneciera a las colecciones de mi padre.
Esta edición no corresponde a la mencionada en el texto, que además se refiere a un escudo dorado en la tapa del libro. Pero el escudo, en líneas generales, parece similar al descripto |
Tal obra encuadernada, también originariamente en el lugar de su impresión, con tela verde, lleva en el centro de la cubierta de su anverso, un escudo argentino grabado en persistente dorado, obra de buen dibujante. Como ornamentos exteriores, lleva alrededor una guirnalda, cuyas dos ramas provistas de abundante follaje -de vegetal no identificado al igual que en el sello de la Asamblea del Año XIII- están unidas en la parte inferior por un lazo de indudables colores patrios. Al timbre, luce el sol naciente con rostro angélico en el centro, del cual irradian múltiples rayos finos y apretados a la usanza frecuente en tal época.
El escudo se apoya en trofeos que pasaremos a explicar, todos los cuales se hallan pasados en sotuer tras aquél, a saber: Doce banderas con sus moharras, engalanadas con cordones rematados en borlas, distribuidas de a seis por flanco, ordenadas en grupos de a tres, siendo las de los dos primeros grupos, pequeñas y cuadradas, y las otras mostrando soles nacionales, asomando sólo tres de sus cabos por cada lado de la punta del emblema; dos cañones antiguos, cuyas recámaras surgen también en la parte inferior y sus bocas se ubican en los paños del primer grupo de banderas respectivos; y por último, de cada lado del flamígero timbre e inmediatas a él, van tres bayonetas del principio del siglo XIX, que presuponen otros tantos fusiles ocultos.
Esta edición tampoco corresponde a la mencionada en el texto, pero aquí vemos un escudo en dorado, sin duda similar al descripto |
En cuanto al cuerpo del blasón propiamente dicho, compónese del “cortado de azur y de plata” del símbolo patrio, con los dos brazos nacientes cada uno de uno de los flancos de la segunda partición, al parecer vestidos de sable, estrechándose sus manos en la parte superior de la misma, a la vez que aprietan la “pica recortada” que puesta en “pal sobre el todo”, soporta en todos los casos hasta ahora vistos, un gorro de diferente jaez, generalmente del tipo semejante al frigio, lo cual merece estudio separado. Pero en este caso, como lo hizo notar con voz emocionada mi mentado hijo, lo que aparece encaramado en el extremo de la indicada pieza, es un ofidio serpentífero, enroscado en forma enmarañada y con la cabeza colgante mirando “a siniestra”. Dada la manera del trazado del reptil, afecta “prima facie” y sin usar lupas, el aspecto general de un gorro o casquete, lo cual con seguridad hiciera que las numerosas personas que han tenido en sus manos ejemplares de la obra -todas llevan la misma encuadernación y grabado de origen- no advirtieran el fenomenal error.El caso despierta múltiples conjeturas, entendiendo nosotros que la de mayor verosimilitud, derívase de que el artista británico que desconocía por cierto el detalle de nuestras armerías, tuvo como modelo del grabado un sello de lacre. Como tantas veces ocurre, ha de haber estado corrido y arrugado, por defectos del que estampara el símbolo heráldico, determinando el hecho de que los repliegues e imperfecciones de ese “mueble heráldico”, engañaran al dibujante, el cual influido por la frecuente imagen del signo de Esculapio, procedió a ejecutarlo corno explicáramos.
Es difícil distinguir, en esta versión, al ofidio que menciona el texto. |
Esta extraña versión de una figura central del blasón argentino merece sin duda ser registrada en los archivos históricos para continuar su estudio».
Hasta aquí, la nota. Hemos intercalado algunas imágenes halladas en la Red, que, como se explicó, no son de la edición mencionada en el artículo. En ellas, no obstante, se ve un escudo sin duda similar al descripto, aunque la pequeñez de las imágenes hace difícil distinguir los detalles. Con lentes y lupa hemos llegado a ver la cabecita del ofidio, que mira hacia la derecha del observador y hacia abajo. ¿Lo ve el lector? ¿Ve el ojito del reptil? ¿O es una sugestión, producida por la lectura del artículo?
Usando como base un escudo similar (no igual) al descripto, hemos recreado, hemos reinterpretado, el escudo del Handbook, y ahora les ofrecemos el curioso resultado:
Insólito.
ResponderBorrarPero no creo lo de que fue un error casual, el grabador debe de haber hecho eso a propósito.