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viernes, 5 de abril de 2019

Escudo de monseñor Juan Muzi

En septiembre de 2016 nos ocupamos del escudo episcopal de Juan Muzi, quien tuvo un papel destacado en la reorganización de la Iglesia en la Argentina después de los años difíciles que siguieron a la Revolución de Mayo.

En julio del año pasado visitamos el Museo Franciscano "Fray José María Bottaro", anexo a la Basílica de San Francisco y al convento adjunto.  Allí tuvimos ocasión de fotografiar un certificado de autenticidad de reliquias («cenizas del cuerpo de San Francisco de Asís»), firmado por Juan Muzi en 1824  en Montevideo:


La misión de Juan Muzi en América comenzó a causa de un pedido de las autoridades chilenas a la Santa Sede a través de José Ignacio Cienfuegos, quien en nombre de su gobierno solicitó al Papa Pío VII la designación de un representante pontificio para ese país. El Sumo Pontífice nombró en 1822 a Juan Muzi -a la sazón en Viena- como Vicario Apostólico de Chile.  En la extensa crónica escrita por Juan Sallusti, titulada «Historia de las misiones apostólicas de monseñor Juan Muzi en el  estado de Chile»,  se lee:
«Muzi aceptó inmediatamente el cargo, y, vuelto a Roma, fué consagrado Arzobispo de Filipos in partibus infidelium y declarado Vicario Apostólico de Chile, dándole como compañero al  Canónigo D. Juan María de los Condes de Mastai, y como Secretario, al autor de esta Historia, el sacerdote José Sallusti. Pero, como al mismo tiempo que el señor Cienfuegos había llegado a Roma el Rev. P. Luis Pacheco, de la Orden de los Menores Observantes de la ciudad de Buenos Aires, y había hecho conocer que todas las provincias del antiguo reino tenían necesidad también, y aun mayor que la de Chile, de un Vicario Apostólico, (...) [se] confirió al Vicario Apostólico de Chile las oportunas facultades para las necesidades espirituales de los indicadas provincias, como también para las necesidades del Perú, Méjico, Colombia y de las otras partes de las Indias Occidentales de la Corona de España; y así Monseñor Muzi fue autorizado para la mayor parte de la América Católica (...)».
Sabemos, desde luego, quién es el joven canónigo Mastai: el futuro Pío IX.  

Escudo del Beato Pío IX
Por otra parte, la presencia en Roma de un franciscano de Buenos Aires podría tener alguna relación con la reliquia del Poverello que vimos en la foto. Esa reliquia evidentemente fue enviada al convento franciscano de nuestra ciudad...

Muzi y su comitiva partieron de Roma el 3 de julio de 1823. Por diversas causas el viaje se demoró;  el barco que los traería a América desde Génova zarpó recién en octubre. En el intermedio murió el Sumo Pontífice y fue elegido su sucesor, que tomó el nombre de León XII. Sin embargo, la noticia de la elección del nuevo Papa (quien siendo Cardenal Vicario de Roma había tomado parte en la designación de Muzi) llegó a oídos del Vicario Apostólico cuando éste ya se encontraba en Buenos Aires. 


Tras innumerables peripecias, que Sallusti relata con lujo de detalles en su minuciosa crónica, la delegación llegó a Montevideo -donde permaneció pocos días- y pasó a Buenos Aires el 3 de enero de 1824. La presencia de un enviado del Papa causó una sentida emoción en el pueblo porteño: la gente se agolpó para dar la bienvenida, saludar y recibir la bendición del «Pro-Vicario de Jesucristo».  El pueblo -dice el cronista- «mostró siempre una fe viva, una atención constante á nuestras personas y mucha adhesión a nuestra santa Religión».  El concurso popular era tan grande y continuo en la residencia de Muzi, que hubo que poner guardias para evitar inconvenientes.  Todo ello desagradó mucho al gobierno de Buenos Aires: «el Gobernador -dice el cronista, refiriéndose a Martín Rodríguez- se fingió indispuesto y se marchó al campo, para no vernos»; Rivadavia recibió a la delegación «con la mayor frialdad, y con verdadero desprecio». Las autoridades pidieron a la comitiva que acelerara su partida hacia Chile. 

Pero antes de que Muzi se dirigiera a cruzar los Andes, incluso el general José de San Martín visitó al Vicario Apostólico:
«El célebre General de Armada, San-Martín, que había conquistado todos aquellas Provincias, Chile y gran parte del Perú, del dominio de la España, deponiendo la grandeza de su  gloria, dos veces se presentó á Monseñor, en traje privado, para saludarlo y felicitado por su llegada allá». 
La «prensa pública», a ambos lados de la Cordillera, desató una «guerra implacable» contra el Vicario Apóstólico, y entre los motivos de crítica o burla se mencionaba -y esto se relaciona especialmente con la foto que abre esta entrada-  la supuesta venta de reliquias. Las relaciones de los gobiernos de entonces con la Sede Apostólica no pasaban entonces por su mejor momento.

Para no extender más este relato, digamos que la delegación llegó a Santiago de Chile, su destino, en marzo de 1824. En diciembre de ese año los enviados se encontraban nuevamente en Montevideo, adonde habían llegado por mar después de dar la vuelta por el Cabo de Hornos. En la capital uruguaya Muzi permaneció esta vez un tiempo más prolongado; emprendió el regreso a Europa el 18 de febrero de 1825.


En el certificado se ve la firma de Juan Muzi y, un poco más abajo, la de Juan María Mastai, futuro Beato Pío IX.


Respecto del escudo del Vicario Apostólico, que también -como vemos- era Prelado Doméstico de Su Santidad y Asistente al Solio Pontificio, notamos que quizás nuestra descripción de 2016 ("de azur una faja de gules, sobre ella una estrella de oro y en la parte inferior una vela encendida, de su color, en una especie de candelabro") no es del todo precisa: lo que hay en el campo inferior no parece aquí exactamente una vela.  Como en el escudo de monseñor Lafitte, podría ser una columna o ara sacrificial en que arde la llama del holocausto.


Todos los párrafos y expresiones entrecomillados con comillas latinas o angulares («») y escritos en cursiva  fueron trascriptos en forma textual, incluso respetando la grafía original, de la obra mencionada del padre José Sallusti.

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