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lunes, 27 de febrero de 2023

"Origen de los colores nacionales"

Llegó a nuestras manos, por azar, el número 11 de  HISTORIA, Revista Trimestral de Historia Argentina, Americana y Española. Corresponde a los meses de enero/marzo de 1958, y como se infiere por la portada, que vemos abajo, la nota principal de esa edición se refiere al origen de los colores nacionales.

La nota está firmada por Augusto Fernández Díaz y es demasiado extensa para publicarla en el Blog, pero aquí nos hemos limitado al tema al que alude el subtítulo. En efecto, el título del artículo es ORIGEN DE LOS COLORES NACIONALES, y a modo de subtítulo dice:


Blanca - azul - blanca: Belgrano

Azul - blanca - azul: Rivadavia


Ese encabezamiento, junto con la imagen de la portada, parece indicar la tesis principal del autor, y a ella nos vamos a ceñir en esta entrada, transcribiendo algunos párrafos referidos a esa "oposición" de banderas. El trabajo original no tenía imágenes: nosotros añadiremos algunas para ilustrar mejor lo que se va exponiendo.

El texto comienza haciendo referencia a la gran similitud existente entre la bandera nacional y la banda de Carlos III, por lo que algunos suponen «que el origen de nuestros colores no puede haber sido otro que ese atributo de la orden» creada en 1771 por el mencionado rey, a la que tanta importancia le dio también su sucesor, Carlos IV. 


Para adentrarnos ahora en la cuestión de las banderas de Belgrano y Rivadavia, es menester que recordemos, ante todo, dos hechos de febrero de 1812 que son decisivos para entender lo que sigue.

«El 18 de febrero es el día del decreto que consagra la Escarapela Nacional blanca y azul. La iniciativa pertenece a Belgrano, quien ha sugerido la idea por la conveniencia de evitar en los cuerpos militares la diversidad de divisas»

Belgrano, en Rosario, hace usar la escarapela a sus tropas y unos días más tarde da un paso más.  El 27 de febrero de 1812 (hace hoy 211 años) escribe al gobierno de Buenos Aires, es decir, al Triunvirato: “Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, mandéla a hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional. Espero que sea de la aprobación de vuestra excelencia”.

Avancemos ahora tres días (1812 fue bisiesto) y pasemos al 1° de marzo:

«Este día llega de la costa del Rosario un oficio que a Rivadavia lo saca de sus casillas. Belgrano acaba de mandar hacer una bandera blanca y azul, conforme a los colores de la Escarapela Nacional decretada días antes. Es con toda evidencia un acto de indisciplina e irregularidad militar, e impolítico por las consecuencias que pueden acarrear al Gobierno en la conducción de los negocios exteriores. Es cuando se produce la famosa y tremenda reprimenda que, afortunadamente, conocerá el destinatario más de tres meses después, y no en Rosario sino en Jujuy. El autor de la amonestación, creyendo atenuar los efectos en un espíritu tan sensible como el de Belgrano, y comprendiendo la necesidad de poner bandera en las baterías, resuelve enviarle en lugar de la anterior “la qe. hasta ahora se usa en esta Fortaleza”. Aquí se impone una observación interesante: Rivadavia al pie del resumen del oficio de Belgrano, escribe de su mano y pluma las instrucciones para la redacción de la respuesta:

...y qe. al efecto se le envia la Vandera qe. hasta ahora se enarbola en esta Fortaleza” ¹

Pero el secretario corrige y escribe:

“...que hasta ahora se usa” ²

En consecuencia, la bandera no es la que se enarbola en el asta de la Fortaleza sino la que se usa en ceremonias oficiales, esto es, en la sala de actos, puesta en uno de los balcones, etc. Pensar en la nacional española es caer en un absurdo, pues en ese caso el Fuerte habría quedado sin Bandera».

Texto del oficio del Primer Triunvirato
a Manuel Belgrano, 3/3/1812


«Dejar el Fuerte sin bandera por no remitir la tela necesaria para hacerla, es cosa que no se entiende. Por otra parte, de haber sido la española, lisa y llanamente lo habría expresado. El contenido de la frase “subrogándola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortaleza”, pudo haberse expresado con sólo cinco palabras: “subrogándola con la bandera española”. Hay más; dice: “que hasta ahora se usa en esta fortaleza”; pero, ¿desde cuando? ¿Desde la construcción del fuerte por Hernandarias a principios del siglo XVII? No puede ser, por dos razones: ni Rivadavia podía saber todas las banderas que se habían usado en el fuerte desde su construcción, ni la bandera de 1812 podía ser la misma de aquel tiempo, porque la nacional española se crea por R. D. de 21 de mayo de 1785. ¿De un suceso que pudo haber sido el 25 de mayo de 1810, de algún aniversario del natalicio de Fernando VII, cuyo nombre era siempre invocado en decretos, actos y fiestas del gobierno patrio? Pero, ¿qué bandera puede ser?».

«El descubrimiento en Bolivia, en 1883 y 1885, de dos banderas argentinas muy antiguas, pertenecientes al ejército de Belgrano de acuerdo con información suministrada por indios viejos, servidores de la capilla donde fueron encontradas, vienen a arrojar plena luz sobre este doble problema histórico: una es de color azul en las fajas exteriores y blanco con la del centro; la otra, lo contrario: blancas son las dos franjas laterales y azul la restante. No necesita el lector que yo lo diga para imaginar que esta última es la mandada hacer por Belgrano para las baterías de Rosario, y la otra la remitida desde Buenos Aires para reemplazar la anterior. Resulta, pues, que Rivadavia, consecuente con su conducta del 3 de marzo, obligado por las circunstancias a sacar una bandera por haberse suspendido el paseo del Estandarte, escoge los mismos colores de entonces, que eran, precisamente, los de la bandera del Deseado».

En efecto, en 1812 se suspendió la solemne ceremonia del paseo del Estandarte Real, como lo establecía esta resolución del 13 de mayo:

“Considerando este gobierno que el paseo del estandarte en los pueblos de la América española es una ceremonia humillante, introducida por la tiranía é incompatible con la libertad que ha proclamado y defiende, ha determinado en acuerdo de 11 del corriente, que se suspenda por ahora, y hasta tanto que con consultas de V. E. y demás autoridades se constituya al paseo del estandarte una demostración más digna y analoga á nuestra regeneración civil”.

«Hay en estas palabras la promesa implícita de una disposición, sin motivo para suponer que no fuese cumplida. ¿Cuál podría ser esa demostración más digna, sin que pudiese comprometer los planes políticos del Gobierno ocasionando ulteriores inconvenientes o trastornos a los negocios de la Revolución? El Estandarte era un símbolo de opresión e "incompatible” con la libertad; la divisa de Carlos III - de Fernando VII entonces- era compatible hasta con las ideas de emancipación y no era signo de tiranía -al menos en aquellos momentos- y de hecho recordaba “á nuestra regeneración civil” por la invocación de los derechos del Deseado desde el primer día del nuevo sistema».

Volvamos, pues, a lo que dice Fernández Díaz como meollo del aspecto de su artículo que hoy compartimos: la bandera que el Triunvirato le envió a Belgrano no era la rojigualda, sino la borbónica, celeste y blanca, con los colores distribuidos tal como nuestra actual enseña.

«Se usaba entonces en Buenos Aires la escarapela azul blanca de la Sociedad Patriótica, mejor dicho, de fondo azul; en otras palabras, donde privaba este color; pero Rivadavia, al escoger los mismos colores, da preeminencia al blanco, color usado por los patriotas en los días de mayo de 1810.

El escudo de armas de la ciudad de Buenos Aires, sancionado por el Cabildo en la sesión del 3 de noviembre de 1649, era de una simplicidad admirable, conteniendo únicamente además de la línea de la costa, un ancla enterrada y encima, cubriendo más de la mitad del campo, el ave simbólica del Espíritu Santo. En la orden consagrada al culto de este misterio, la paloma de plata es su emblema, y observase siempre el blanco en las pinturas que lo representan. Acaso nos encontramos aquí con el origen de aquella divisa y la bandera del mismo color que usóse en ciertas circunstancias en los primeros tiempos de la independencia. En lo concerniente al origen de las armas de la ciudad, nada se ha dicho hasta ahora, y el acta respectiva no suministra la menor orientación; sin embargo, no está de más el recuerdo de hechos que se remontan a la primera fundación de Buenos Aires. Destruidas por el agua de inundación las primeras iglesias, en razón de haber sido erigidas en el valle del Riachuelo, Francisco Ruiz Galán edificó otra en los altos de la barranca, bajo la advocación del Espíritu Santo. Existe por otra parte, en el expediente obrado con motivo de la demanda puesta por los oficiales reales a León Pancaldo, un auto del propio Francisco Ruiz, teniente de gobernador a la sazón, que fecha el 8 de agosto de 1538 "en el dho puerto e cibdad del espíritu santo”.

De esta suerte, si los capitulares de 1649 —ignorando el escudo impuesto por el fundador no encontraron sello alguno con las armas de la ciudad, dispusieron en cambio, del recuerdo de un hecho, lejano pero significativo, que bien pudo ser motivo de inspiración cuando resolvieron componer por su cuenta el sello entonces sancionado. No es mi intención dejar aquí sentada ni siquiera una opinión conjetural; dejo señalado el antecedente por si en tanta investigación que se realiza, apareciere otro tal como para ser relacionado con el anterior».



Esta referencia de naturaleza heráldica entronca con otra de las hipótesis acerca de los colores nacionales: su posible origen "porteño", tanto directamente —a partir de su escudo, como acabamos de leer— como a través de las "medidas de la Virgen" en las Invasiones Inglesas o del emblema y los colores del Consulado (del que Belgrano era Secretario): el celeste y el blanco de la Inmaculada Concepción. 

Escudo de Buenos Aires en que se advierten
los colores celeste y blanco,
y cinta con los colores patrios
(fuente)


Como ya hemos sostenido en otra ocasión en este Blog, las tres explicaciones tradicionales acerca del origen de los colores nacionales (la Orden de Carlos III, la  Virgen Inmaculada y el cielo despejado) no sólo no se contradicen, sino que de hecho son tres aspectos de la misma realidad: la orden tiene los colores de la Virgen y Ella, a su vez,  está vestida de cielo.


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1 V. Arch. General de la Nación, X.44.8.29

V. La Bandera Nacional, por Arch. G. de la N.


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