Comienza hoy el mes en que este Blog cumplirá quince años de vida.
Iniciamos este mes tan especial con fragmentos de la obra "Blasón de plata", de Ricardo Rojas, a la que volveremos en algunas próximas entradas de este mes de junio.
"Blasón de plata": Ya su mismo título tiene connotaciones heráldicas; a lo largo de sus páginas, la palabra heráldica aparece una y otra vez; además, como veremos, hay en la obra expresas referencias a los símbolos patrios. Por ello nos ha parecido oportuno engalanar el festejo del aniversario de este Blog con algunas páginas selectas de Blasón de Plata.
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"Blasón de Plata" (Hyspamérica, 1986) |
Comenzamos esta serie con el Prólogo de la obra, que, en palabras de María Gabriela Palazzo, «es un documento histórico y literario de gran importancia por sí mismo, en el que se construye estratégicamente un discurso nacional y una representación social sobre la Patria, o más bien, un proyecto de nación puesto en discurso. Allí el escritor se afanó en la búsqueda de las raíces de nuestro país».
Compartiremos algunos párrafos del Prólogo, remarcando con negrita las referencias heráldicas. Añadiremos algunas imágenes alusivas.
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BLASÓN DE PLATA
Prólogo
Argentinos: —hermanos míos en el misterio maternal de la patria— leed este libro, porque sus páginas pretenden esclarecer, como en un mito heráldico, el nombre augural de nuestra tierra, de nuestra raza, de nuestra civilización.
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Libro exhibido en el Museo del Inmigrante (foto propia) |
Tienen las patrias su abolengo como las casas. Conocerlo y amarlo, aun cuando fuera humilde, es ya un principio de grandeza, puesto que es, por sí solo, un principio de conciencia y de fuerza. No empece al heroísmo esa humildad del origen, ni en los próceres, ni en los pueblos. No fue más esclarecido que el nuestro el de la Grecia que la Ilíada pinta, ni el de la Roma que la Eneida canta, ni el de la España que el Romancero describe. Se esclareció después, cuando sus libros lo evocaron.
Americanos: —hermanos nuestros por el pasado, por el idioma, por el ideal— leed también este libro, porque formáis con nosotros falange solidaria en el anhelo continental que las inspira.
De nuestras tierras indianas ha salido este libro, como salió la raza de la emancipación; de nuestras tierras ha salido su nombre de “plata” —símbolo de pureza, de abundancia y de paz— como el del pueblo “argentino”, cuyo abolengo documenta y blasona, aquí, en las riberas del río epónimo donde lo escribí.
Españoles: —hermanos nuestros en el común orgullo de la hazaña ancestral— leed también este libro, porque la proeza del conquistador que en él se evoca fulge como su león y su castillo, en el cuartel de bronce de vuestros propios blasones.
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Escudo de España en la Catedral de Salta (foto propia) "Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre" (2 Mac 7, 20a) |
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“¿Argentinos? — Desde cuándo y hasta dónde; bueno es darse cuenta de ello”. Casi un cuarto de siglo va corrido desde que el maestro lanzó la formidable interrogación, sin que ningún argentino se adelantase para contestarla. Este libro aspira a ser esa respuesta que tardaba en llegar; y no culpéis de arrogante mi propósito, justificado como está por el patriotismo, y por veinticinco años de silencio anterior.
Obra espontánea como forma y libre como pensamiento, sin clasificación científica ni género literario —bien que alguien la ha clasificado como una “epopeya”—, siéntola mía porque no seguí al trazarla modelos europeos, y se formó en mi propia entraña, toda viviente de emoción y de fe.
No sé si es éste un libro de moral, o de historia, o de política, aunque en tales materias lo discipliné, y a ellas pedí su documentación, por cierto escrupulosa. (...) Sólo sé que llegué a su concepción, menos en la frecuencia de otros libros, que en la contemplación y meditación de los propios paisajes natales y de los rasgos autóctonos que las tierras nuevas imprimen en los seres que crean. Me han servido de fuentes los cronistas contemporáneos, o actores de los sucesos que narro: esto y mis obras anteriores garantizan de sobra mi probidad, pues he querido, por elegancia, prescindir de las notas marginales que entorpecen el texto. Por otra parte, no he buscado componer una obra doctrinaria, o conceptual, o didáctica, sino un como salió de entre mis manos el libro, lo entrego libro de pura emoción, que, como los libros heráldicos, reavivase, por la leyenda o por la historia, el orgullo y la fe de la casta.
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[Este libro] es la obra de un hombre apasionado por el destino de su raza. Es la obra de un poeta inquietado por el misterio de las cosas. Es, acaso, la obra de un místico que confiesa su fe en las ideas y en el oscuro influjo del alma sobre las formas de la vida... He aquí por qué este libro es también un sacrificio y una confesión...
Ricardo Rojas
Buenos Aires, 1910
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