Eduardo Redondo Castanera nació en Buenos Aires en 1967. En 1990 ingresó en el Aspirantado de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos en Buenos Aires.
Fue ordenado presbítero el 6 de diciembre de 1998 en la Parroquia San Pío X de Buenos Aires por Monseñor David Picâo, Obispo de Santos (Brasil), diócesis en la que estuvo incardinado. Volvió más tarde a la Argentina y también ejerció funciones pastorales en Cuba y en el Perú.
El 15 de octubre de 2022 (hace hoy exactamente dos años) se publicó su nombramiento como Obispo Titular de Tingaria y Auxiliar de Quilmes. Recibió la consagración episcopal en febrero de 2023.
Del sitio web de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos tomamos el texto que sigue, que transcribimos con pequelas correcciones en forma textual:
«El lema episcopal que ha elegido Mons. Eduardo Redondo es “Todos somos compañeros de trabajo de Dios” (1 Cor 3, 9). Ha reconocido que se trata de una frase que le ha acompañado durante muchos años e intenta ser el humilde recordatorio de la vocación y misión que el Señor le regaló y que quiere vivir junto a los fieles de Quilmes, comenzando por los últimos (Lc 6, 20).
El escudo episcopal recoge varios elementos significativos. El bastón del Buen Pastor es también la cruz y tiene los colores de la tierra, de la Encarnación (Jn 1, 14). El Corazón traspasado por la cruz hace memoria del camino de Jesús, hecho búsqueda y vida fecunda en la vida ofrecida de tantos hermanos y hermanas que son testigos del Evangelio desde el anonimato.
El fondo iluminado del escudo anticipa el resplandor de la Resurrección, regalo y esperanza para todos (Rom 8, 17).
Al pie de la cruz está la Virgen de Luján, Madre de Dios y de su Pueblo, y del otro lado las manos-logo de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús», donde Dios llamó a monseñor Redondo y lo envió en misión. «Simbolizan a todos los discípulos misioneros que, al pie de la cruz, acompañan la Pasión y entrega de Jesús y acogen a su Madre como propia. Las manos son tres, símbolo de la comunión de Dios Trino, raíz de la misión de la Iglesia (Ad Gentes 2) y modelo de la sinodalidad a la que estamos llamados a vivir teniendo como centro de nuestra vida la Eucaristía (1 Cor 11, 33). Éstas llevan el mismo color de la Encarnación, del barro de que estamos hechos (Gn 2,7).
Madre y discípulos están asentados en el mundo atravesado por la cruz que a la vez es altar, con el Pan y el Vino con los mismos colores de la Cruz-Cristo y el Corazón atravesado.
El borde del escudo y el lema están teñidos con la sangre de todos los que dieron y dan la vida por el Reino (Ap 12, 11)».
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