Hoy se cumplen nueve años de la ordenación episcopal de monseñor Juan Carlos Ares. Nos referimos a su escudo en la entrada del 31 de marzo de 2016 (cuando aún era Obispo Titular de Cercina y Auxiliar de Buenos Aires) a través de una imagen de la estampa-recordatorio de aquella consagración. Aclarábamos entonces que la redacción dejaba bastante que desear, y que la explicación heráldica no era del todo correcta; la versión del escudo también era algo pobre.
Hoy compartimos una versión de mucho mayor calidad (otro gran trabajo de SajoR) e intentaremos una mejor descripción del escudo.
De gules, un bastón de peregrino con su calabaza, todo de oro, acostado de una espiga de trigo de oro a diestra y de una palma de sinople a siniestra. Jefe de azur, con una estrella en plata.
Al pie, sobre banda flotante, el lema: "Aquí estoy, envíame". Un báculo de su color acolado en palo. Timbrado con galero episcopal de sinople.
En el campo superior, sobre azur, que representa el cielo, la estrella en plata evoca la presencia de la Virgen María, quien, sobre todo en su advocación de Luján, marcó la vocación y el ministerio pastoral del obispo.
En el campo inferior, sobre gules (color que simboliza la caridad y el martirio), el bastón del peregrino evoca la patria de los padres del obispo (oriundos de Santiago de Compostela, en España), pero también la figura de San Rafael Arcángel, en cuya parroquia porteña el obispo ejerció sus primeros pasos como sacerdote. El bastón recuerda también su compromiso misionero de acompañar a los fieles peregrinos, miembros del Pueblo de Dios que camina hacia Cristo.
La espiga de trigo es figura del alimento, fruto de la tierra y del trabajo, que fortalece al hombre en su peregrinar en la vida, y recuerda también a San Cayetano, en cuyo santuario el obispo ejerció su ministerio diaconal.
La palma simboliza la victoria alcanzada por Aquel que entregó su vida por nosotros, y recoge la vida de los santos mártires (especialmente San Ramón Nonato y San Expedito, en cuyos santuarios el obispo fue pastor). Así también expresa su intención de entregar la vida en su ministerio episcopal.
El báculo remite al Buen Pastor, quien envía a sus Apóstoles a apacentar el rebaño en su nombre. Y la respuesta se expresa en el lema episcopal: "Aquí estoy, envíame", tomada del libro del profeta Isaías (Is 6, 8b).
Que cada obispo tenga su propio escudo episcopal es una tradición dentro de la Iglesia católica. Al ser ordenado, debe escoger un lema y diseñarlo. Cada uno elige los símbolos y el lema que más identifica su servicio.
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Con todos los símbolos que porta su escudo, se puede conocer el camino que Ares ha recorrido y los valores que resalta en su vida.
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