Estamos en Carnaval. Permítanme un toque risueño contando un par de anécdotas totalmente verídicas, fruto de las tareas que exige este Blog.
Una de las características de Heráldica en la Argentina es que intento registrar las innumerables manifestaciones heráldicas que se ven en calles, plazas, monumentos y edificios de nuestro país, y sobre todo de Buenos Aires, ciudad donde vivo. También los rostros que publico en mi otro Blog, La piedra que nos mira. Para recopilar ese material, voy por todas partes con mi cámara de fotos, tomando fotografías allí donde veo un escudo, un motivo de aire heráldico o un rostro de piedra. Muchas veces, las personas que me ven sacar fotos se dan vuelta disimuladamente, tratando de ver a qué le estoy tomando una fotografía. Claro, muchas veces los escudos y los rostros están en casas particulares, comunes y silvestres; a veces en edificios en demolición; generalmente se encuentran elevados y hay que enfocar hacia arriba. Las caras de "¿A qué le estará sacando fotos este hombre?" son muy divertidas.
En ocasiones, mi labor despierta sospechas. El 7 de febrero tomé unas fotos de esta hermosa ventana en que se veía este león (el jueves próximo le dedicaré la entrada) justo en el momento en que salía de allí una empleada. Me vio tomando la foto y, aunque no lo noté en el momento, volvió a entrar. Claro, parecía que yo estaba tomando fotos hacia adentro del edificio. Un instante después, cuando ya me iba, salió de nuevo la preocupada señora y le hizo un típico gesto de "Ahí está el tipo que te mencioné, sacando fotos" al guardia de seguridad que la acompañaba. El guardia me miró con cara de pocos amigos mientras yo me retiraba para sacar fotos en otro lado. Aclaro que jamás tomaría fotos invadiendo la privacidad del interior de una vivienda.
En otra ocasión, en Arenales casi Pueyrredón, estaba tomando una foto de un escudo en el frente de una casa que parecía particular, cuya puerta estaba cerrada. Se acercó alguien y me reprochó no haber pedido permiso, porque se trataba de la sede de Radio Rivadavia, de la cual ese señor evidentemente se creía dueño. Debo decir que no considero necesario pedir permiso para tomar fotografías de los frentes de edificios: jamás le exigirían eso a un turista, por ejemplo.
Al contrario, en otra ocasión, en Rodríguez Peña al 500, un encargado me vio tomando fotos hacia la parte superior de su edificio y gentilmente se ofreció a quitar unos ladrillos que llenaban el hueco de un aire acondicionado, afeando la vista. Le agradecí, pero le expliqué que ello no era necesario, porque las fotos pueden ser recortadas o editadas. Bajo estas líneas, la foto sin recortar. Como ven, la tarea de hacer este Blog tiene sus bemoles.
Ahora que he empezado mi blog también he notado las miradas de la gente. La gente es muy metida, yo nunca molesto mirando actividades de los otros... Lo que me preocupa es que, con el tema de la inseguridad sospechen de mí y hasta puedan llegar a amenazarme o agredirme. Por eso trato de tomar las fotos los domingos, que hay poca gente en circulación.
ResponderBorrarEs una de las facetas divertidas/peligrosas de esta afición...
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