sábado, 27 de junio de 2020

«EL ESCUDO Y LOS COLORES NACIONALES» (4 de 4)

Cuarta y última entrega de la versión actualizada y enriquecida de la obra de Estanislao Zeballos cuyo título es el de esta entrada.


EL ESCUDO Y LOS COLORES NACIONALES

X

La primera alteración forzada del escudo legal fue consumada en Mendoza, al componer y blasonar la bandera para el Ejército de los Andes, en 1817. Los documentos oficiales explicaron que el hecho era fruto fatal de las circunstancias. No había en aquella ciudad género de seda con los colores nacionales, y se usó el azul turquí. Tampoco estaba decretada la forma definitiva de la bandera y el general San Martín, en la necesidad de un símbolo guerrero, al marchar contra el enemigo, compuso una simple imitación de la de Belgrano y de los congresos de 1816 y 1818. En cuanto al escudo tiene nuevos atributos y formas y alteraciones evidentes a la simple vista. Pero esa bandera quedó desautorizada implícitamente por la ley de 1818, citada.


Bandera de los Andes

La primera alteración arbitraria del escudo nacional de que tengo noticias fue consumada en 1821, bajo el gobierno de Rodríguez. Ella aparece simultáneamente confirmada en la acuñación de la moneda de vellón y en el sello ordenado para el despacho personal del Presidente de la República, Rivadavia. La modificación del cuño de la moneda responde a darle carácter provincial, pues, en el reverso fue eliminado el Sol del escudo nacional y substituido por la leyenda circular: Buenos Aires — Un décimo y el año 1822 en el corazón, sobre el diámetro del disco.

El anverso contiene el escudo, según muestra el clisé 4, sin leyenda, rodeado por una guirnalda o corona abierta, y no por la corona de laureles que decretó la Asamblea del año XIII. La casa de Boulton de Birminghan, a la cual se le confiara la acuñación, introdujo el nuevo cuño siguiendo el escudo provincial de Buenos Aires, usado juntamente con el sello del Poder Ejecutivo de 1813, en el papel sellado desde 1821.


El sello de la presidencia, clisé 5, reproduce la modificación, que no titubeo en calificar de arbitraria, porque no he hallado ley, decreto o simple resolución que ordene la alteración del escudo nacional, substituyendo la guirnalda a la corona de laureles. Obra, sin duda, de la fantasía del grabador, pasó inadvertida a los funcionarios del Estado. El Sol de este sello no es el de la heráldica, adoptado por la Asamblea de 1813, y dibuja nuevos rayos, bajo la forma de láminas triangulares o de cola de flechas, alternando con otros finos y rectos.



XI

El mal ejemplo de la arbitrariedad tolerada se repitió en proporciones extraordinarias durante la época de Rozas (1829-1852). Su moneda de oro, las famosas onzas del Eterno Loor al Restaurador de las Leyes, llevaron al cuño sagrado de 1813 las siguientes reformas: 1° Sol pleno y radiante, 2° Agregado de dos lanzas y dos fusiles arriba de las banderas. 3° Eliminación al pie de la caja de guerra. 4º Alteraron la posición y dibujo de los cañones, que con la caja formaban el trofeo militar legal de la parte inferior del escudo. 5° Guirnalda en vez de la corona de laurel sinople (compárense las figuras 2, 3 y 6).
La moneda de oro menor de 1842 trae nuevas alteraciones, aunque reproduce el escudo de la onza de 1813 con los laureles mal grabados, especialmente en la parte superior de la corona. 1° Elimina el trofeo militar de la base. 2° Agrega arriba de las banderas un cañón y un fusil de cada lado. 3º El Sol aparece en el reverso surgiendo no detrás del escudo, sino de un cerro. 4° Sus haces de rayos son arbitrarios y rectos (figura 7).

La «Litografía del Estado» de César H. Bacle fue famosa en Buenos Aires desde la época de Rivadavia, en la calle de la Catedral, número 17. Ella publicó preciosos álbumes de vistas y retratos, al lápiz, a tinta china y pintados a la acuarela, con las firmas notables de Pellegrini, Onslow y Andrés Bacle. Conservo en mi archivo histórico los ejemplares de la colección de vistas y retratos editada de 1828 a 1832 con el título de Trajes y Costumbres de la Provincia de Buenos Aires. Bacle dibujó y estampó desde 1834, el escudo nacional representado en la lámina I, entre la tolerancia o la indiferencia pública y oficial. Estamos en presencia de un nuevo blasón argentino, cuyas variantes son: 1º Substitución de la corona del Año XIII por la guirnalda de 1822. 2º Agregado de nubes y de mangas a los brazos que sostienen la pica. Entre los símbolos heráldicos de los brazos movientes desnudos o vestidos, la Asamblea del año XIII aprobó los primeros. Vestir los brazos, es violar la ley y la regla heráldica del caso. 3° Añadido de catorce lanzas con banderolas, orladas de largo fleco, en el centro de las cuales están dibujados los escudos de las catorce provincias. 4° Substitución del Sol naciente y de rayos alternados por una estrella, de cara infantil, radiante. 5° Dibujo del gorro frigio contornado o inclinado a la inversa del de 1813. 6º Cinta ondulada al pie con la leyenda República Argentina. 7° Fruta del olivo en las ramas, que no existen en la corona de 1813. Este escudo aparece en varios mensajes de Rozas a la legislatura de Buenos Aires, de donde lo he copiado, en una edición del Himno Nacional y en varios papeles del tiempo. (Lámina I, figura 2).

Lámina I de la obra de Zeballos

Finalmente, en la portada de los documentos oficiales de la época se halla otra variante, dibujada a la inversa de la legal, es decir con el eje mayor de la elipse en el sentido horizontal, con la estrella de Bacle en la parte superior, nubes en el arranque de los brazos y guirnalda en vez de corona de laureles, reproducido en la lámina I, número 3.

Las medallas militares crearon nuevos escudos. La victoria de Cayastá, alcanzada por las fuerzas del general Pascual Echagüe, contra el general Juan Pablo López, dicho Mascarilla, porque tenía un semblante extraño y rosado, parecidoal de una careta de cartón, fue conmemorada por Rozas con la medalla dibujada al margen (fig. A). Su cuño trae, alrededor del sello de Rivadavia, diez banderas en vez de cuatro, seis y catorce usadas en otros casos. Tres bayonetas aparecen en la parte inferior y más abajo dos piezas de campaña, montadas sobre ruedas y haciendo fuego. Lo remata el trofeo militar con dos clarines a derecha e izquierda de la base. El mismo troquel fue usado en 1837 para la medalla del combate de Santa Bárbara, agregando una caja de guerra entre las cornetas de la base. La condecoración militar a los de Pago Largo lleva en la parte superior del anverso (fig. B), el sello de Rivadavia, con medio sol, chato y radiante, que sale, brazos rectos y tres guirnaldas de laurel, una circular y las otras abiertas lateralmente hasta formar la última la base al escudo. Este tipo de fantasía blasónica ha sido reproducido en varias medallas y escudos, y entre otras, en la que los amigos del honorable doctor Luis Sáenz Peña hicieron acuñar en 1895 conmemorando su Presidencia de la República.




Tales fantasías de dibujantes fueron también admitidas y usadas por los unitarios, durante la larga e implacable guerra civil. Poseo la colección de los periódicos impresos en Corrientes, durante aquel intermedio histórico, quizás la única existente, no lo afirmo. La Revolución, cuyo primer número apareció el miércoles 13 de febrero de 1845, ostenta el escudo argentino representado en la lámina I, figura 4. Las modificaciones arbitrarias que observo en su dibujo son: 1° Sol pleno y adelante de la corona de laureles. 2° Tres banderas de cada lado, tres con lanzas agudas y tres en astas sin moharra. 3º Tres bayonetas a cada lado, entre el Sol y las banderas. 4º Un cañón horizontalmente tendido al pie del escudo. 5º Una caja de guerra a la derecha del mismo. 6º Un mortero a la izquierda. 7º El blasón reposa en campo llano. 8° Sobre este yacen dos lanzas cruzadas con banderolas. 9° A derecha e izquierda de las lanzas grupos de balas de cañón, dispersas al acaso. Tal vez el error fue advertido a la Imprenta del Estado, porque desde el número 12, correspondiente al 30 de marzo, el escudo alterado es substituido por una alegoría del Sol naciente sobre el río Paraná, con las islas a la derecha y la ciudad de Corrientes a la izquierda. Navega un bergantín aguas abajo y al pie del dibujo se advierte ancha y ondulada orladura, con esta leyenda cívica: Libertad — Al Pueblo Argentino (lámina I, figura 5). 

Figura 4 de la Lámina I de la obra de Zeballos

El Republicano dio a luz su primer número, bajo los auspicios del lema: ¡Patria! ¡Libertad! ¡Constitución!, común a todos los periódicos liberales correntinos, el domingo 2 de julio de 1843; y entre aquel lema y su título usó el escudo de la lámina I, número 4. El número 7 del domingo 13 de agosto de 1843, lo imprime por última vez. Ocupa su sitio en los números posteriores otro aún más arbitrario, desairado y artísticamente malo. He aquí las modificaciones que comporta: 1° El óvalo del escudo es menos largo y más ancho. 2° Los brazos están dibujados en línea recta. 3° Los mismos traen las mangas, de la fantasía de Bacle, antes mencionadas. 4° La elipse del escudo asienta sobre otro óvalo que se prolonga superiormente y forma un marco terminado en dos espiras laterales. 5° Sobre el marco reposa una cabeza juvenil, coronada de rayos y de cabellera flameante, sujeta a la frente con fino y níveo lazo. 6º A las cuatro banderas de las onzas de 1813, añade dos bayonetas. 7° Trae dos cañones cruzados al pie. 8º En la parte inferior del óvalo ha sido dibujado el emblema correntino de la cruz entre llamas. 9° El disco oval descansa sobre campo enjuto rodeado de bañados, con cactus y plantas acuáticas. 10° Entre dos cactus domina el paisaje una pila angular de balas esféricas de cañón. 11° A la derecha del dibujo una caja de guerra. 12° A la izquierda una corneta. 13º Pasa por detrás del cuerpo superior del dibujo orladura ondeada con el lema Muera (a la derecha) Rosas (a la izquierda). El tosco grabado en madera está reproducido en facsímile, como los otros, en la lámina I, figura 6.


El periódico Corrientes Confederada, órgano de los federales, que se habían apoderado de la situación local, a la caída de los Madariaga, no usó los escudos unitarios y adoptó el sello del gobierno, con el lema de: ¡Viva la Confederación Argentina! Mueran los salvajes unitarios. El dibujo 7 de la lámina I reproduce, en efecto, el sello de Rivadavia, con el símbolo local de la cruz entre llamas y agrega en el disco, interiormente, las palabras Provincia de Corrientes y exteriormente frondosa corona de laureles.

Obsérvese finalmente que durante la época de Rozas las traducciones al inglés y francés de sus mensajes traen otro escudo, cuyo aspecto general corresponde al actual de la provincia de Buenos Aires, con tres banderas por lado y dos cañones cruzados, con las recámaras lucientes en la base del dibujo; mientras que el Registro Oficial de los mismos años (1845 a 1849) adoptó llanamente el sello de Rivadavia, ut supra, sin inscripción alguna y con la guirnalda de laureles al parecer flotando en el aire.



XII

La década de guerra civil que sigue a la caída de Rozas (1852-1862) no fue más respetuosa del blasón nacional. El Estado Independiente de Buenos Aires usaba el escudo de las seis banderas por lado, con tres fusiles y dos cañones. Más adelante estudiaré los curiosos orígenes de esta combinación local, cuando escriba sobre los escudos de las provincias. La Confederación Argentina, cuya capital era el Paraná, adoptó como la época de Rozas, todos los escudos que los grabadores imaginaban, o que el material de las imprentas, adquirido en Buenos Aires o importado, contenía. Así, en mensajes del presidente Urquiza al Congreso federal y en numerosos impresos oficiales, se encuentra el escudo, deformado horizontalmente durante la administración de Rozas, lámina I, número 3. El Porvenir de Entre Ríos, del Uruguay, órgano del general Urquiza, publicaba a su frente el simple sello de Rivadavia, sin inscripciones. El mensaje del Presidente al Congreso legislativo federal, leído en la tercera sesión ordinaria de 1857, fue impreso con el escudo del Estado Independiente de Buenos Aires mencionado. El mismo escudo encabeza la proclama del general Urquiza, «gobernador y capitán general de la provincia de Entre Ríos, general en jefe del ejército Aliado Libertador», dirigida a los «argentinos» y a «los pueblos y gobernadores de la República», fechada en Palermo de San Benito el 17 de marzo de 1852 e impresa en Buenos Aires por la «Imprenta del Estado», calle de Santa Rosa número 95. El Boletín del Ejército Grande de Sur América, editado en el Rosario por Sarmiento, usaba el escudo de Rivadavia, con la forma elíptica más ancha y corta que el mismo original defectuoso.

Escudo Nacional en la Pirámide de Mayo (construida entre 1856 y 1857)
(foto propia)

El Nacional Argentino, el famoso órgano oficial de la Confederación en el Paraná, fuente preciosa de informaciones históricas y que conservo en mi biblioteca, trae en el título, entre las palabras principales de su nombre, un grande escudo del Estado Independiente de Buenos Aires, que combatía en jefe. La obra oficial y descriptiva de la Confederación, dedicada desde París en 1859, al presidente Urquiza, su alto patrono, por Mr. Martín de Moussy, muestra un clisé nuevo. Es una variante de la onza de 1813, con el gorro frigio contornado y cuatro banderas por lado, en vez de dos. Tres de las banderas están sostenidas por lanzas y dos por astas sin moharras. En algunas banderas hay blasones locales en lugar del Sol del pabellón nacional de guerra. Las ramas de laurel ostentan su fruta y dos cañones cruzados asoman sus bocas y oídos arriba y abajo. Esta nueva fantasía está firmada por Deberny, artista de París. El dibujo fue reproducido toscamente en la portada del atlas que acompaña a la obra, y en la primera cubierta de éste el encuadernador ha estampado después a fuego un escudo aurífero de catorce banderas distinto del de Bacle. Y así se completan tres blasones nacionales dispares en la misma obra oficial.

La inconciencia de las impresiones en la época de la Confederación es indiscutible y ninguna forma nueva del escudo nacional aparece, como en las anteriores, que tan fecundas fueron para alterarlo. Oficialmente la Confederación era más cuidadosa en la moneda, pues, si su cuño carece de absoluta verdad, trae como escudo el sello de Rivadavia, el más aproximado a ella, según monedas de 1852 a 1860, en mi monetario, cuyos cuños publica el señor Rosa en su Monetario Americano, páginas 59 y 62.


Un peso moneda nacional oro - 1883
XIII

Describir las alteraciones antojadizas y violatorias de la ley creadora del escudo nacional, en la época titulada de la Organización Nacional (1852-1900), sería allegar elementos para un voluminoso libro ilustrado con centenares de grabados. El desparpajo y desbarate con que las oficinas y los dibujantes nacionales y extranjeros producen y copian fantasías sobre motivos del blasón sagrado de la Patria, es tan maravillosa, como la indiferencia misma de las autoridades. Citaré apenas los ejemplos más notables.

Hay instrumentos de gobierno y administrativos cuya divulgación entre las masas, es poderosísimo recurso de difundir nociones, a las veces definitivas. Son medios de educar objetivamente, más eficaces a veces que la escuela misma. Tales me parecen, por ejemplo, la moneda, el timbre postal y de impuestos fiscales, el papel sellado, las oficinas públicas, la policía, el ejército y la prensa.

El papel moneda de la provincia de Buenos Aires, antes de 1880, usaba a menudo el sello de Rivadavia, es decir, el escudo nacional alterado, y la Nación las armas provinciales, como he demostrado. La ley de noviembre de 1881 pudo rematar el desorden; pero su generalidad en este punto simplemente le dio pábulo. Ella determinó la unidad monetaria y la acuñación de monedas metálicas, en cuyo anverso debían llevar el «escudo de armas de la Nación». El director de la Casa de Moneda, persona sin preparación, ni escrupulosidad en materia de antecedentes patrios, adoptó inconscientemente el escudo de armas de la provincia de Buenos Aires, como lo comprueban los cuños adjuntos (fig. 8).


No ha sido más seria ni respetuosa la Administración, en sus contratos para los billetes del Banco Nacional y del Banco de la Nación Argentina. El dibujo de los escudos fue abandonado completamente a la imaginación o al antojo de los grabadores extranjeros o a la negligencia de empleados o directorios nacionales. Es difícil hallar billetes de diferentes valores con escudos iguales. Las alteraciones, añadidos y decoraciones ilegales, son numerosísimas y siguen todos los moldes vulgares de la heráldica. La observación puede ser comprobada por cualquiera al examinar los viejos billetes y los que ahora corren de mano en mano. No exceptúo, por cierto, los libros de cheques.


500 pesos moneda nacional oro - 1883

En 1891, cuando fui llamado a reorganizar los servicios de Correos y Telégrafos, suprimí la serie copiosísima de timbres postales, cuyos grabados ostentaban los retratos de muertos ilustres y de varios personajes vivos, actores en los sucesos políticos de actualidad. Los retratos de los generales Mitre y Roca (éste era mi jefe inmediato como Ministro del Interior), del doctor Juárez Celman y muchos otros fueron eliminados. Adopté los de personalidades que gozan ya de la consagración de la Historia: San Martín, Belgrano, Moreno, Pueyrredón y Rivadavia. Los grabados fueron esmeradamente dirigidos, como medio de educación cívica y artística para las masas. La dirección de Correos y Telégrafos, que está a cargo de persona excelente y animada de las mejores intenciones, ha incurrido, sin embargo, en un error sobre este punto. Hay en nuestro país una escuela que proclama hace años que el culto de los grandes hombres es un fetichismo, y la gloria de ciertos próceres argentinos, inmerecida. El director de Correos y Telégrafos, no llega tan lejos en sus juicios; sin embargo, los actos revelan su opinión de que no es propio de un pueblo libre habituar a las masas a rendir culto a los grandes muertos.

El resultado de esta doctrina extraviada ha producido la eliminación del retrato de los próceres de los timbres postales y la adopción de un modelo, en todo sentido desgraciado. Es una imitación vulgar, sin arte y sin vida, mal grabada e impresa sin nitidez, de la efigie de la República Francesa, complementada con el remedo del escudo argentino oficialmente alterado. Tal blasón tiene, en efecto, la forma de un escudo sannítico [*] del siglo XVI, las manos rectas, curva la línea divisoria de los cuarteles y blanca faja en el centro. La mujer, efigie del hastío, que supongo representa la República, se apoya irreverentemente en el blasón, como en el brazo de un banco de playa de mar. Los timbres del telégrafo traen el sello arbitrario de 1822.


20 pesos moneda nacional oro - 1883

El papel sellado ofrece creaciones peregrinas. De 1880 a 1890 ostentaba dos escudos: el sello de Rivadavia en el centro de la foja en letras a la aguada y otro con guardas inoportunas y yerros en el dibujo estampado en la parte superior. No solamente varían los escudos en la misma hoja: las diferentes emisiones de papel, sellado según los usos, lo traen en formas más o menos audazmente alteradas.

Los edificios, destinados a oficinas públicas, son otra deplorable lección de objetos, que extravía el criterio popular. Obsérvese la Casa de Gobierno Nacional, por ejemplo, desde la plaza de la Victoria. 

Escudos en el frente de la Casa de Gobierno
(fotos propias)

La Compañía General Alemana de Electricidad incendia ante el pueblo, con los caracteres incisivos del fuego que maneja, un escudo, que no es el de 1813, sino una combinación de variantes sobre un plano de rayos rectos en los cuatro ángulos de la circunferencia. Al pie, en el arco del pórtico central, entre dos cariátides groseras, lascivas y exuberantes, que ofenden el Arte, la Moral pública y la gravedad de un palacio de Estado, se percibe cierta fantasía de armas nacionales, de cemento, a las cuales se ha agregado dos grifos por soportes. En el interior del mismo arco hay una tercera profanación del escudo, pintado, y con distintos ejemplares de la fauna decorativa, dos dragones en la misma posición de los grifos exteriores. Estos nuevos atributos del blasón nacional tienen origen en la falta de respeto al país de un arquitecto oficial extranjero, sin vigilancia alguna. Peregrina y diríase que hasta irónica es la añadidura de los grifos y dragones al escudo argentino, porque según los autores heráldicos «los dragones esculpidos en monumentos bizantinos simbolizan ordinariamente las calamidades públicas, peste, hambre» y las crisis comerciales y políticas. En las puertas de cristal de la misma Casa Rosada, hacia la plaza de la Victoria, están grabadas las armas de Buenos Aires y en otros detalles del palacio el sello de Rivadavia. No es necesario seguir las infinitas variantes de los edificios menores. El 25 de mayo de este año la Intendencia Municipal ostentaba el escudo de la provincia de Buenos Aires formado con lámparas eléctricas; y el retrato transparente del general San Martín ocupó el sitio de la última jerarquía, a la izquierda, en la fachada de la casa municipal, y en inferior posición a la atribuida a sus tenientes Las Heras, Lavalle y otros. El abuso y la negligencia se repiten en todas partes y a cada instante. Este desorden parece la ley. El Congreso, que debiera defenderla y la Justicia aplicarla, reinciden, sin embargo, en la falta de usar escudos que no son el de la República, o no corrigen sus dibujos alterados. En la sala de audiencias públicas de la Excma. Cámara de Apelaciones en lo Civil de la Capital, hay un fresco sannítico [*] del siglo XVI, con los atributos de las armas nacionales; y en los soportes de los cortinados otro blasón oval y diferente, parecido al de 1822, con un campo azur y plata.

Pero el error es deplorable y de trascendentales consecuencias en las escuelas donde ni los edificios, ni los cuadros murales de enseñanza muestran a los niños el verdadero dibujo de las armas nacionales. He examinado personalmente en mayo de este año clases de escuelas comunes en las cuales ni los niños, ni los preceptores podían blasonar el escudo de la República e ignoraban que hay dos banderas, la mayor y la menor. Y es, precisamente, esa penosa experiencia la que me ha inspirado este artículo. En mi carácter de presidente del Consejo Escolar del V distrito de la Capital de la República, y en cumplimiento de una resolución de mis colegas, solicitaba en mayo pasado al Consejo Nacional de Educación, tan bien inspirado en la actualidad, la refacción de los escudos alterados en la famosa Escuela Sarmiento de la avenida Callao. El mismo Consejo local usaba el escudo de armas de Buenos Aires, y al ordenar su substitución ha dispuesto eliminar también de todas las escuelas las profanaciones en boga.

Las escuelas privadas naturalmente siguen el lamentado mal ejemplo oficial. El colegio de Santa Rosa del Rosario ha divulgado en sus medallas el cuño de las cuatro banderas sin el trofeo militar (fig. 10). 



El English College usaba un troquel parecido, pero con seis banderas. La Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, obligada a su turno a aceptar todas las oportunidades de dar los grandes ejemplos de estricta observancia de las leyes, no ha dejado, sin embargo, de contribuir al descuido, respecto de los emblemas nacionales. Su medalla Premio Anual (fig. 11) es otra alteración del escudo, que introduce la bordura puntuada, un marco de volutas y de combinaciones caprichosas y una guirnalda diferente de otras igualmente fantásticas. No es tal el escudo argentino.


La policía de la metrópoli fomentó también con su variedad de escudos las confusiones y la imperfecta ilustración pública en la materia. Los comisarios usaban cierta medalla (fig. 12) con un escudo nacional diferente de todos los conocidos, porque solamente trae ocho banderas, recogidas en caprichoso pliegue, con dos cañones, guirnalda y Sol radiante. La mayor parte de los escudos de los palacios y de las medallas y premios de las exposiciones argentinas, formarían también un museo de variados escudos.

La heroica y susceptible institución militar ha sido a su vez obligada a pagar tributo a la desidia antigua y moderna de las administraciones públicas. La medalla de Chacabuco, «a los vencedores de los Andes» (fig. 13), es una imitación sin elegancia del escudo. Introduce nubes en la parte inferior del cuartel blanco, el óvalo es aplanado y ancho y está encerrado en un pentágono, sobre cuya cara superior aparece la mitad del disco radiante del Sol. ,

La medalla «al ejército aliado de operaciones contra el Paraguay», alteró el escudo con dos modillones y espirales, de los defectos comunes a las reproducciones de su tipo (fig. 14). La estrella, sancionada por la legislatura de Buenos Aires para honrar su guardia nacional, durante la misma guerra, lleva el emblema de la Nación, en vez de las armas provinciales. Puede explicarse el caso, por el carácter nacional de la guerra, o ser simplemente uno de los errores comunes. El escudo en este caso es el sello de Rivadavia, con Sol modificado, que apenas asoma, aplastado por la leyenda en letra exagerada. He ahí una alteración por cálculo deficiente del artista. El cuartel de Palermo ostenta sobre su portón un escudo deplorable. Et sic de caetera.



Si los propietarios de imprentas argentinas revisan sus cajas de viñetas, podrían ciertamente ofrecerme la misma variedad de escudos alterados que he exhibido. Sus publicaciones en las fiestas cívicas son prueba de ello. Ninguna lo tiene grabado con exactitud y sería deber y obra patriótica inutilizarlos, para cumplir la ley de 1813, dando alto y fecundo ejemplo al pueblo argentino y a todas sus administraciones públicas.



XIV

El Ministerio de Relaciones Exteriores dio en 1882 el primer paso hacia la unificación. Dirigió con este motivo al cuerpo consular la nota, de 5 de marzo de 1885 «en el objeto de uniformar en los consulados el uso de la Bandera y del Escudo Nacional», a cuyo efecto acompaña una lámina «debidamente colorida». Describe, el escudo, en estos términos: «El escudo está pintado con los colores y atributos que dispuso la Soberana Asamblea de 1813. Es de forma oval, azul en sus dos cuarteles superiores y blanco en los inferiores. Sus atributos son dos manos unidas sosteniendo en una pica el gorro frigio, cuyo significado es: En Unión y Libertad; lo corona un sol naciente y lo rodean dos gajos de laurel ligados en su base, como lo representa la pintura».

Fundada está ya en las páginas y documentos precedentes la refutación de los errores históricos y heráldicos que las palabras trascritas contienen. Los colores en heráldica toman el nombre de esmaltes, y el azul matriz el de azur. El de la bandera y del escudo argentino, dicho celeste, es, en el tecnicismo del arte de blasonar, azur ligero, es decir, azur «que adicionado de blanco queda claro». Dícese también azur blanco. No tiene el escudo argentino, por otra parte, cuatro cuarteles, correspondientes al «acuartelado en cruz»: es cortado, porque, según la acepción heráldica del léxico de la Real Academia «está partido horizontalmente en dos partes iguales». Las manos están algo más que unidas, encajadas, en el símbolo heráldico dibujado del «apretón de manos», «poignée de main», «hand in handy», «in close union, just, fair, equitable» — «En estrecha, justa, pura y equitativa unión».  No es corona sino timbre del escudo un Sol; el Sol no es naciente, sino en meridiano; y tampoco lo rodean dos gajos de laurel, sino la corona del Triunfo y de la Gloria. El dibujo mencionado en la circular con sus impropios colores, litografía de G. Kraft, fue publicado entre las páginas 512 y 513 del Boletín Mensual del Ministerio de Relaciones Exteriores, primer semestre de 1885. El mismo contiene estos errores: bordura externa que no existe en el original, guirnalda en lugar de corona de laurel, esmalte azur por azur ligero o blanco, gorro frigio indebidamente contornado y sin dobladura en la base, manos movientes rectas en vez de inclinadas y fruta en el laurel. El Sol de la bandera difiere del Sol del escudo.

Escudo Nacional en el Palacio de Aguas Corrientes (1894)
(foto propia)

XV

La lámina II contiene el escudo de la República Argentina en la forma sancionada por la Asamblea General Constituyente de 1813 [**]. Los documentos, cuños y dibujos oficiales de la época han sido escrupulosamente estudiados. El pintor italiano Ricardo Teodori bosquejó los cartones de cada símbolo. El señor Adolfo Wolf, jefe del taller artístico de la casa de Jacobo Peuser, compuso con esos elementos, ambos aconsejados y vigilados por mí, el dibujo definitivo, verdadero y estrictamente legal, del escudo y de las banderas de la República Argentina.
Lámina II de la obra de Zeballos

Ofrezco este estudio de Historia, Ciencia y Arte al personal docente y a los niños del V distrito escolar de la Capital de la República, invitándolos a unirse a mi homenaje de amor y de respeto a los emblemas sagrados y gloriosos de la Patria.


Quedan así definitivamente restaurados a su forma legal las banderas y el Escudo de la República — (E. S. Z.)

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Fin de la obra

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Notas al pie

[*] «Desde el siglo XVI adelante fue usada generalmente la forma (de escudo) con los ángulos inferiores redondos y terminada en punta y este escudo se llamó sannítico, francés o moderno» 

[**] El dibujo de la lámina II y los capítulos IV a XI de este estudio histórico fueron sometidos en prueba de respetuoso homenaje a los ilustres jefes de las dos escuelas históricas argentinas, teniente general Bartolomé Mitre y doctor Vicente Fidel López.—He aquí las palabras con que se dignaron devolverme los documentos;

Julio 17 de 1900.

Señor doctor don Estanislao S. Zeballos.

Mi muy querido amigo:—He leído con muchísima atención las páginas que Vd. dedica al «Escudo Nacional» y le declaro que no solo me han gustado mucho sino que he aprendido en ellas cosas que no sabia en detalle, pues a pesar de lo interesante de la materia ella no se ha tocado con los trabajos históricos que me ocupaban.—Yo he tomado esos símbolos en conjunto como los había hallado; pero Vd. profundiza de tal modo los detalles concurrentes al estudio y a la adopción del «Escudo Nacional» que no me deja duda ninguna acerca del genuino mérito de cada uno de los accidentes del dibujo; resultando probado que todos ellos se basan en el estudio científico de la heráldica: que el sol está tomado en su forma clásica por los rayos alternados en su esfera y que la corona de laureles así como la pica y el gorro frigio que sostienen, son evidentemente una reminiscencia o reproducción clásica también, es decir completamente griega y tradicional en las ideas de la raza.

Todo prueba el dominio que al principio de nuestra revolución ejercía el clasicismo latino en la imaginación y en los propósitos libertadores de nuestros padres.

Acepto, pues, todas las conclusiones a que Vd. arriba en el artículo dicho; y no me cabe la menor duda del acierto y veracidad con que Vd. ha hecho el estudio del «Escudo Nacional».

Su amigo
Vicente F. López.
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Bartolomé Mitre
Saluda afectuosamente al señor doctor Estanislao S. Zeballos y le devuelve las pruebas de su escrito, que ha leído con mucho interés. No necesita pase mi visto bueno, pues, la materia está tratada con tal originalidad y erudición, que lleva en sí la prueba y cuyas conclusiones se imponen naturalmente. Con este motivo agradece los opúsculos que le ha enviado.
 Julio 17 de 1900.

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