sábado, 17 de septiembre de 2022

Escudo de San Antonio de Padua (Buenos Aires)

A continuación transcribimos fragmentos de una nota que encontramos en el sitio en Facebook del Archivo Histórico de la localidad de San Antonio de Padua, publicada originalmente en el periódico local "Pensar" en 2005. La nota, firmada por Juan Bautista Sprumont, relata  el proceso de creación del escudo de esa localidad bonaerense.

Así nació el símbolo de la Ciudad

En 1974, la Legislatura bonaerense otorgó al pueblo de San Antonio de Padua, en el partido de Merlo, la categoría de ciudad. La ley respectiva surgió de un proyecto presentado por el entonces diputado provincial don Félix González.

El alboroto colectivo se canalizó a través de una comisión integrada por representantes de todas las instituciones locales.

Presidió la comisión quien era en ese tiempo titular de la Unión de Comerciantes, Industriales y Profesionales del lugar, don Félix Boragnio. El autor de estas líneas participó en representación del Centro Cultural de San Antonio de Padua y de la Filial paduense del Instituto Belgraniano Central de la República Argentina.

En tanto se intercambiaban ideas sobre ceremonias y festejos populares (...)  surgió la iniciativa de dotarla de un escudo, símbolo heráldico de tradición, realidad y esperanza de todos los vecinos. Hubo acuerdo unánime y se encomendó al Centro Cultural la misión de confeccionar el bosquejo pertinente.

La Comisión Directiva del Centro Cultural, presidida ese año por un artista plástico de inobjetables méritos y justificada fama, don Toros Gurlekián, se abocó entusiastamente a la tarea. Otro artista, pintor de exquisita sensibilidad, don Carlos Medici, no vaciló en ofrecer su colaboración para el mismo propósito, aunando sus inquietudes estéticas y su condición de dirigente del mencionado centro.

El fervor de la comisión del Centro Cultural llegó al punto de invitar a un heraldista porteño a una de sus reuniones, con el fin de profundizar los conocimientos sobre las reglas clásicas de los escudos.

Pocos días después, Gurlekián y Medici presentaron sus respectivos bocetos. El del señor Gurlekián representaba, con rasgos estilizados, la cabeza de San Antonio de Padua cubierta con la capucha del hábito franciscano. El del señor Medici se inspiraba en el contorno de una rosa, imagen de las calles curvas que convergen en el templo parroquial.

Quien esto escribe recuerda una conversación que sostuviera (...) con un viejo vecino de la calle Acevedo, maestro de maestros del periodismo argentino, don Juan José de Soiza Reilly.


Contaba Soiza Reilly que había sobrevolado en avioneta el pueblo y lo había sorprendido la configuración de aquellas calles cercanas a la iglesia: ofrecían desde el aire el poético aspecto de una rosa, figura vigorizada por dos solares próximos todavía sin edificar. Naturalmente, era la visión apreciable a mediados de siglo. Y el signo de una perpetua primavera. O, si se quiere, el de muchos sueños felices de los habitantes.

Gurlekián y Medici tenían sus propias razones para justificar los respectivos proyectos. Los dos habían encontrado su punto de apoyo y ninguno resultaba desechable. La comisión directiva del Centro Cultural, sin dilaciones, admitió que los esbozos debían combinarse.

Ambos artistas renovaron sus bríos Gurlekián aportó la fe, interpretando la confianza popular en el Santo Patrono. Medici, la esperanza, en los pétalos unidos de la rosa. El ensamble de los motivos simboliza la fuerza vital de un pueblo que crece, se convierte en ciudad y avanza en busca de los designios apetecidos por quienes recorren sus calles y tienen aquí sus domicilios.

La comisión de festejos de San Antonio de Padua ciudad, reunida en la sede de la Unión de Comerciantes, Industriales y Profesionales, se mostró complacida con el escudo. El propósito estaba logrado.

Bajo la dirección final de don Toros Gurlekián se levantó el monolito junto al paso a nivel del ferrocarril, en el límite de Merlo con el partido de Morón (hoy con el de Ituzaingó). Sobre el monolito descansa el emblema de la ciudad de San Antonio de Padua, en el que consta la fecha de la declaración oficial de la nueva condición de lo que había sido un pueblo a treinta kilómetros de la Capital Federal, 11 de setiembre de 1974.

Naturalmente, en el programa de festejos se incluyó el descubrimiento del expresivo blasón de la ciudad. Lo bendijo el obispo de Morón, monseñor Miguel Raspanti, y quien ahora escribe estos recuerdos tuvo el honor de pronunciar las palabras de circunstancias.


Así describía el escudo Walter Van Meegroot:

HERÁLDICA

Forma: francés cuadrangular redondeado y en punta.

Trae filiera gruesa de púrpura forrada de azur y un mote toponímico en letras capitales romanas de plata en los flancos y superior.

Campo de sinople con una rosa de plata y gules en el corazón.

Ornamentos: una divisa en púrpura forrada de azur, con una fecha , y  el todo sobre una cartela de borde no simétrico, irregular, de oro, con un detalle diestro en  plata y en la  base dos triángulos opuestos en oro y sinople

SIMBOLOGÍA

La cabeza estilizada de San Antonio de Padua cubierta con la capucha (la capilla) del hábito franciscano (color amarillo). En el centro la rosa, que en forma aérea se visualiza sobre la ciudad (color blanco); los cabos de la rosa convergen sobre el centro que contiene un corazón contorneado en color rojo; en la divisa, sobre color rojo, el nombre de la ciudad en blanco y en la base también roja, la fecha de su constitución como tal. El triángulo en la base es color verde, y el perfil estilizado del santo en color blanco. (...) La capucha del franciscano representa el agradecimiento al convento y a la orden que tanto hizo por el crecimiento de la localidad, sus líneas ascendentes, sublimidad. El perfil recto del santo, fuerza y seguridad. Los triángulos de la base, permanencia y aplomo La rosa heráldica con los cabos que convergen sobre el centro con forma de corazón la savia que nutre a la ciudad. 

La orientación de la figura significa marcha progresista llena de esperanza y el verde alrededor de la rosa reafirma esa esperanza. (...)


Más allá de la obvia diferencia de esmaltes entre las versiones, es evidente que, mientas  el escudo en sí mismo es pasable, fue desafortunadísima la decisión de mantener la cabeza encapuchada de un monje (podría ser un franciscano, podría ser San Antonio o podría ser cualquier otro).

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