Además de ser mi apellido, “pomar” es un sustantivo
común que puede encontrarse casi en cualquier diccionario; en el de la Real Academia (on line) es definido como “sitio, lugar o huerta donde hay árboles
frutales, especialmente manzanos”.
Por ello, cuando uno busca escudos vinculados con el apellido Pomar, o que incluyan esa palabra, invariablemente encuentra manzanas o manzanos. A lo largo de los últimos 40 años me he dedicado a eso: a buscar en enciclopedias o en Internet escudos que correspondan a linajes de apellido Pomar, o a lugares llamados así, y por eso me
atrevo a “clasificar” en tres grupos los escudos que he podido encontrar en estas últimas cuatro
décadas:
1°) Los escudos que tienen cinco manzanas
de gules puestas en sotuer sobre campo de oro, quizás el diseño más clásico y
difundido, en el que además me basé, el año pasado, para confeccionar mis
propias armas.
2°) Los
escudos que cambian el esmalte de las manzanas a sinople.
3°) Los escudos que en vez de manzanas sueltas contienen ramas
frutadas de manzano, o bien un manzano.
Pero el objetivo de esta entrada no es
meramente clasificar blasones,
sino reflexionar acerca del simbolismo de la manzana en estos escudos y, por ello
mismo, en mis propias armas.
El “Diccionario de símbolos” de Juan Eduardo Cirlot (Ediciones Siruela, 1997)
nos dice en el artículo manzana:
"Como forma casi esférica, significa
una totalidad. Es símbolo de los deseos terrestres, de su
desencadenamiento. La prohibición de
comer la manzana venía por eso de la voz suprema, que se opone a la exaltación de los deseos
materiales. El intelecto, la sed de
conocimiento es —como sabía Nietzsche— una zona sólo intermedia entre la de los
deseos terrestres y la de la pura y verdadera espiritualidad".
Al leer esto, automáticamente el pensamiento se dirige a la famosa
escena bíblica en que Eva primero, y luego Adán, comen del fruto prohibido…
pero la Biblia en ningún momento nos habla de una manzana...
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Lucas Cranach el Viejo: "Adán y Eva" (siglo XVI) |
"La serpiente era el más astuto de
todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer:
«¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?».
La mujer le respondió: «Podemos comer
los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en
medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No
coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte”».
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Lucas Cranach el Viejo: "El árbol del conocimiento" (siglo XVI) |
La serpiente dijo a la mujer: «No, no
morirán. Dios sabe muy bien que cuando
ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses,
conocedores del bien y del mal».
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Alberto Durero: "Adán y Eva"
(siglo XVI)
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Cuando la mujer vio que el árbol era
apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir
discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que
estaba con ella, y él también comió.
Entonces se abrieron los ojos de los
dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos,
entretejiendo hojas de higuera".
Tampoco en los otros versículos en que aparece el fruto del árbol prohibido se dice que este fuera un manzano. Pregunta Dios: “«¿Has
comido acaso del árbol del que te prohibí comer?»”. Y el hombre responde: “«La mujer
que me diste por compañera me dio del árbol y comí»” (Gén 3, 11-12). El Señor anuncia luego el castigo del hombre “por haber escuchado la voz de tu mujer y
comido del árbol del que yo te había prohibido comer” (Gén 3,
17).
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Lucas Cranach el Viejo: "Adán y Eva"
(siglo XVI) |
Como vemos, no se dice que el fruto fuera una manzana.
Cuando estaba en Tercer Grado,
en 1969, la maestra nos mandó dibujar
la escena y nos exigió que la fruta fuera azul —color que ninguna fruta real
posee— para indicar claramente que no se trataba de una manzana ni de ninguna
otra fruta verdadera.
(Nota: en 1969 no sabíamos de la existencia de los "blueberries").
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Relieve en la Basílica de San Pablo Extramuros |
¿Por qué se interpretó que la fruta
del Génesis era una manzana? ¿Por qué, en consecuencia, la manzana quedó ligada
para siempre, sin culpa de su parte, al
pecado y a la tentación? Los expertos nos dicen que se trata de un error de
traducción, nacido de confundir malus (‘manzana’) con malum (‘mal’). O sea: como Adán y Eva comieron el fruto prohibido,
por eso el mal (malum), lo malo, el
pecado, fueron asociados a la manzana
(malus, malum, del griego melon). El
nombre científico del manzano es Malus
domestica, y su antepasado silvestre más antiguo (antiquísimo) se llama Malus sieversii, originario
de Asia Central.
A este error de
traducción se suma, quizás, “la dulzura atractiva de la manzana”, como dice Hans Biederman en su
“Diccionario de símbolos” (al que hemos accedido en Internet).
Ahora bien, cuando
prestamos atención a “la dulzura atractiva de la manzana” vemos que no
necesariamente la fruta está asociada con el mal; al contrario, en la tradición
judía, por ejemplo, aparece como un fruto que provee de salud y vigor.
Del sitio "Ser Judío" extraemos el
párrafo que sigue, que intenta explicar la costumbre de comer manzanas con miel
en Rosh Hashaná:
"En
cuanto a la elección de la manzana, se basa en una interpretación del versículo
en el cual el patriarca Itzjac: "bendijo
diciendo: –He aquí, el olor de mi hijo es como el olor del campo que el Eterno
ha bendecido." (Bereshit / Génesis 27:27). Nuestros Sabios
explicaron que el "olor del campo" que provocó la bendición refiere a
manzanas.
Por lo
cual, al degustar manzanas en Rosh HaShaná estamos indicando nuestro deseo de
que seamos bendecidos por nuestro Padre, tal como nuestro antepasado lo fuera.
También,
en épocas talmúdicas se tenía la creencia de que la manzana posee propiedades
excelentes para el metabolismo, por lo que comerla brinda energías y
disposición saludable. (¿Recuerdan la costumbre común de regalarle a la maestra
una manzana? ¿Por qué será?).
Por
último, manzana en hebreo es tapuaj, que se asocia con la palabra vaipaj,
utilizada en: "Y formó el Eterno
Elokim al humano, polvo de la tierra. Y sopló (vaipak) en sus narices aliento
de vida, y el humano llegó a ser un ser viviente." (Bereshit /
Génesis 2:7); por lo que podemos vincular la manzana de cierto modo al acto de
animar a la persona, de darle vida, un espíritu vigoroso".
El
mismo sitio explica que “nuestros
Sabios en el Talmud (…) indican tres posibles frutos para ser el antiguo árbol
del conocimiento”: la uva (“por eso
con moderación y ordenadamente el vino es bendición, pero cuando se utiliza
desequilibradamente es motivo de perdición”); el higo (porque Adán y Eva “usaron
hojas de higuera para cubrir sus intimidades ni bien probaron del fruto, lo que
permite presumir que estaban junto a una higuera”); o la cidra (también llamada citrón o "etrog"), “que
es uno de los cuatro frutos que usamos para bendecir en la festividad de Sucot,
y que simboliza la armonía de conocimiento de Torá y práctica de buenas
acciones (los preceptos); como dando a entender que aquel fruto que permitió la
conciencia moral, es el que también habilita a cumplir cabal y voluntariamente
con los preceptos del Eterno, sobreponiéndonos a nuestra poderosa inclinación a
lo negativo”.
En la Biblia encontramos también ese significado
“positivo” de la manzana en forma expresa. Lo vemos en este fragmento del Cantar de los
Cantares:
“Como un manzano entre
los árboles silvestres, es mi amado entre los jóvenes: yo me senté a su sombra
tan deseada y su fruto es dulce a mi paladar. Él me hizo entrar en la bodega y
enarboló sobre mí la insignia del Amor. Reconfórtenme con pasteles de pasa,
reanímenme con manzanas, porque estoy enferma de amor” (Cant 2, 3-5).
En el libro “Los símbolos bíblicos” (Desclée de Brouwer,
1994), Maurice de Cocagnac dedica un apartado a “El manzano”. Tras transcribir el texto que acabamos de
leer (donde el manzano —dice— está unido “al
mundo y a las cosas del amor”), el autor hace referencia a otro fragmento del mismo libro y afirma: “Hacia
el final del Cantar se encuentra un texto misterioso que ha conocido muchas
interpretaciones. Con todo, cabe observar que el árbol proporciona un espacio propicio
al amor y a la fecundidad. Ese amor es ardiente como el fuego, pero no es más
que deseo: es una llama de Yah, su
carácter es sagrado”. En el fragmento aludido dice el Amado:
“Te desperté debajo del manzano, allí donde tu madre te dio a luz, donde te
dio a luz la que te engendró”.
Y la Amada responde:
“Grábame como un sello sobre tu corazón,
como un sello sobre tu lazo, porque el Amor es fuerte como la Muerte, inflexibles
como el Abismo son los celos. Sus flechas son flechas de fuego, sus llamas,
llamas del Señor” (Cant 8, 5-6).
Como vemos, el manzano y su fruto ocupan un lugar importante en la tradición bíblica. Nos limitaremos a este ámbito, aunque la manzana y su simbolismo están muy presentes también fuera del mundo judeocristiano.
Otro significado "positivo" de la manzana está ligado -como contrafigura- a la imagen que nos es más familiar: la manzana de Eva como símbolo del pecado. A partir del paralelo entre Adán y Cristo que
elabora San Pablo en la Carta a los Romanos y en la Primera Carta a los
Corintios, los Padres de la Iglesia establecieron un paralelo análogo entre el
árbol del Paraíso y la Cruz de Cristo, y lo mismo entre Eva y María.
"Si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquellos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia.
Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida.
Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos"
"Así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo (...) El primer hombre, Adán, fue creado como un ser viviente; el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida. (...) El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo. Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial. De la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial" (1 Cor 15, 22. 45ss).
Siguiendo el paralelismo, el fruto del árbol del Paraíso (a cuyo lado está Eva) es el mal (la
perdición, la condenación), mientras el fruto del árbol de la Cruz -junto a la
cual, de pie, está la Virgen María- es la
salvación (la gracia, la gloria).
Veamos algunos ejemplos de estas dos comparaciones.
El Viernes Santo, durante la Adoración de la Cruz, así se le canta al "árbol de la cruz", comparándolo con el árbol del Edén:
"Adoramos, Señor, tu Cruz;
alabamos y glorificamos tu santa Resurrección:
Porque gracias al árbol de la Cruz
llegó la alegría al mundo entero (...)
Esta es la cruz de nuestra fe,
el más
noble de los árboles:
ningún bosque produjo otro igual
en ramas, flores y
frutos.
¡Árbol precioso, benditos clavos,
que lleváis tan dulce carga! (…)
El Creador tuvo compasión de Adán,
nuestro padre pecador,
que al comer el fruto prohibido
se precipitó hacia la
muerte;
y para reparar los daños de ese árbol,
Dios eligió el árbol de la cruz.
¡Árbol precioso, benditos clavos,
que lleváis tan dulce carga!
En el plan de nuestra salvación,
estaba
previsto de antemano
que los engaños del demonio
fueran desbaratados por Dios,
sacando el remedio de un árbol,
así como vino de un árbol el mal".
Sobre el paralelo entre Eva y María, San Ireneo, en el siglo II, escribe:
“Así como Eva,
esposa de Adán, pero virgen todavía, fue desobediente y por eso atrajo la
muerte sobre sí y sobre todo el género humano, de igual modo María, desposada
pero virgen, procuró por su obediencia la salvación para sí misma y para todo
el género humano”.
“Lo que la virgen Eva ató por su incredulidad, la Virgen
María lo desató por su fe”.
Y San Ambrosio en el siglo IV:
“¿Qué hiciste, demonio? ¿Escondiste el árbol para ser nuevamente vencido? Te venció María que engendró al triunfador,la cual sin desmedro de su virginidad dio a luz a aquel que crucificado te vencería, y muerto te sometería”.
“Por una mujer vino la necedad; por una virgen, la sabiduría; la muerte, por un árbol; la vida, por la cruz”.
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Lucas Cranach el Viejo: "Madonna de Glogów"
(siglo XVI) |
La contraposición entre ambos árboles y ambas vírgenes se ve plásticamente representada en esta imagen: Eva -a la derecha- ofrece el fruto de la perdición, brotado del árbol de la muerte, en cuyo tronco se afirma la Serpiente y en cuya copa se ve una calavera; María -a la izquierda- proporciona a los fieles el fruto del árbol de la vida, entre cuyas ramas surge la Cruz del Señor.
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Berthold Furtmeyer: "El árbol de la muerte y de la vida" (siglo XV)
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(Un detalle adicional muy interesante, para este Blog, lo constituyen los dos escudos que se encuentran en sendos medallones, en la parte superior, a derecha e izquierda).
Naturalmente, las analogías Adán/Cristo, Árbol/Cruz, Eva/María permitieron resignificar la
manzana (o, genéricamente, el fruto del árbol).
El arte ha interpretado plásticamente, de diversas maneras, esa resignificación. Hemos visto algunos ejemplos a lo largo de esta entrada.
Un lugar especial merece este "Velo de Cuaresma" confeccionado por Misereor en 1982 para el continente africano. En él vemos a Cristo (representado de raza negra) clavado en un árbol del que surgen numerosos y variados frutos:
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Jacques Chery: "Velo de Cuaresma" (siglo XX) |
Los frutos son recogidos y compartidos en una mesa fraternal (arriba a la derecha).
En ocasiones se
representa a María con una manzana,
que simboliza ahora la gracia
salvadora que es el fruto de la redención de Cristo en el árbol de la Cruz.
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Imagen de Nuestra Señora de Balvanera en la iglesia homónima de Buenos Aires |
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Virgen con el Niño en la iglesia de Valvanera, Navarrete, Rioja (España)
(se trata del "original" de la imagen anterior,
con la grafía también original, "Valvanera")
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Vitral con la imagen de Nuestra Señora de Balvanera en la iglesia homónima de Buenos Aires
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Otras veces, es el Niño Jesús quien tiende su mano hacia una manzana, significando
así que “asume sobre sí simbólicamente los pecados del mundo” (en palabras de
Hans Biedermann, op. cit.).
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Jacques Blanchard:
"La Virgen con el Niño Jesús, y Santa Ana ofreciendo una manzana"
(siglo XVII)
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Y — según el mismo autor— “las manzanas en el árbol de Navidad pueden
interpretarse análogamente como alusión al retorno al paraíso que se hizo posible
mediante el nacimiento de Cristo”.
Aquí llegamos al motivo que justifica que la primera parte de esta entrada se publique hoy. Estamos en Nochebuena, todos tenemos un arbolito armado en nuestros hogares, y quizás nunca hayamos notado que el Árbol de Navidad es en el fondo una relectura del árbol de la cruz, cargado de los frutos "de paz y de justicia" (Heb 12, 11) a los que ahora sí podemos acceder gracias a la Encarnación del Hijo de Dios.
La tierra ha dado su fruto:
el Señor, nuestro Dios, nos bendice.
(Salmo 67, 7)
Feliz Nochebuena para todos.
Mañana continuaremos con la segunda parte de este artículo.