Una prueba de la antigüedad de mi afición por la Heráldica la constituyen estos dibujos, difíciles de datar con precisión pero que con seguridad no tienen menos de 25 años. Como puede verse, una mezcla estilo cambalache de imágenes religiosas, fórmulas matemáticas y palabras sueltas... mezcladas con escudos heráldicos.
El primero de ellos es el más "serio".
Se trata de un imaginario escudo "episcopal" (lo indican el galero, las borlas, la cruz de doble travesaño y el báculo). De campo oval, con las iniciales AM en punta, que forman a su vez la base de una cruz que llega al extremo superior del campo y cuyos brazos tocan los flancos. Un rosario rodea al escudo como si se tratara de una condecoración, pendiendo la cruz en la parte inferior. Por encima del escudo, pero debajo del galero, la silueta del Espíritu Santo. El lema dice "Veni Ceator Spiritus".
Los otro dos escudos tienen un matiz humorístico.
El primero está imaginado para un amigo (laico, casado y con hijos) como si fuera obispo; contraviniendo las leyes heráldicas y la lógica más elemental, el blasón consiste en su propia e inconfundible efigie, rodeada de rayos.
Otro escudo, esta vez no expresamente episcopal, se mezcla con los anteriores. Un cuartelado que muestra en el primer campo la supuesta silueta del titular de las armas, en el segundo el monograma de Cristo enlazado con la M de María, emblema de las Congregaciones Marianas, en el tercero unas manos en actitud de oración sosteniendo un rosario, y en el cuarto una corona. Timbrado con la Paloma aureolada que es el símbolo del Espíritu Santo.
Todos los símbolos guardan relación con mi amigo, el destinatario de estas bromas, hace un cuarto de siglo. Un poco de humor siempre hace bien.
Debo confesar que he cometido el mismo pecado. Tengo carpetas llenas de dibujos y mamarracho. Ante de diseñar gráficamente, los lápices y las hojas eran los encargados de plasmar mis escudos. Escudos en blanco y negro, y en colores. Algunos son escudo conocido, reyes, papas, nobles, instituciones; otros diseños míos, de mi loca cabeza; hice algunos a partir de un determinado blasonamiento; otros me servían para apreciar mas detalladamente las figuras y piezas. En fin, creo que todos los amantes del blasón, pasaron, pasamos y pasaremos, por esta bella y loca etapa.
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