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martes, 10 de septiembre de 2013

"Crónica de Pablo y Virginia"

Una vez más dirigimos nuestra mirada hacia las manifestaciones de la Heráldica en la Literatura argentina, y una vez más nos sale al encuentro Manuel Mujica Láinez con "Misteriosa Buenos Aires".

Uno de los relatos de esa obra  se denomina "Memorias de Pablo y Virginia". Se trata de un largo monólogo pronunciado por... un libro (titulado precisamente "Pablo y Virginia"). El libro parlante narra sus aventuras y desventuras y las de sus sucesivos dueños, desde su Perpiñán  "natal"  en 1816 hasta la Buenos Aires de 1852.

Hay que aclarar desde el principio que "Pablo y Virginia" es una obra real, de Jacques-Henri  Bernardin de Saint-Pierre, escritor y botánico francés. La imagen que sigue muestra  una escultura que representa al escritor sentado y meditabundo, mientras  al pie se ve a los protagonistas de su obra: 



El libro parlante protagonista del cuento de Mujica Láinez es una traducción al español de esa obra.

"Inició la cronología de mis dueños -dice el libro-  Lord Gerald Dunstanville, noble caballero de la Gran Bretaña. Me adquirió poco después de mi nacimiento, en el propio Perpiñán".  Y prosigue:  "Allí, en un minúsculo negocio, aguardaba yo, confundido entre volúmenes destripados, cacharros y dudosas pinturas, la llegada de quien me llevaría con él a ver mundo. La tinta fresca, esa sangre de  los libros, impregnaba aún mis páginas con su aroma recio. Lord Dunstanville irrumpió en la habitación miserable. Le acompañaba su amigo Sir Clarence Trelawny. Fue un deslumbramiento,  algo como si una luz se hubiera encendido sin previo anuncio en mitad de nuestro círculo abigarrado. Callamos todos, conscientes de nuestra suciedad. Ambos señores no contarían más de dieciocho o diecinueve años. Eran muy bellos, a la pulcra manera inglesa". 


Nuevamente hay un contacto, pero esta vez más leve, entre el relato de Mujica Láinez y la realidad. El título de "Barón de Dunstanville" existió y fue ejercido por Francis Basset,  quien vivió entre 1757 y 1835.   La acción del cuento transcurre a partir de 1816, es decir que el barón real y los hechos del relato son  contemporáneos.  No obstante, allí cesan las coincidencias.



Cuadro que representa a Francis Basset, Primer Barón de Dunstanville 

Volvamos al relato.  Lord Dunstanville y su amigo Lord Clarence, quienes "tenían por el turismo la consideración que sólo se practica en Inglaterra",    estaban realizando un largo viaje que los llevó a varias localidades españolas.  En una de ellas tuvo lugar el hecho que nos interesa a los efectos de este Blog (los destacados son nuestros).

Sigue diciendo el libro:  "Nos detuvimos en Gerona, en Barcelona, y en Zaragoza. En esta última ciudad fui ennoblecido,  conjuntamente con mis compañeros de canasto. Lord Gerald me colocó frente a la chimenea del hostal donde hicieron noche. El crepitar de las llamas enalteció la breve ceremonia con un resabio de rito ancestral, lejanísimo. Sir Clarence me levantó, abrió mis tapas ordinarias, y su amigo adhirió a mi interior su ex libris: el escudo de Dunstanville bajo la corona de barón y el lema «Fari quae sentias», que me tradujo un ejemplar de las Décadas de Tito Livio: «Habla lo que piensas», y que adopté de inmediato pues se ajusta como un guante a mi manera de ser. 

La incorporación de ese escudo (tres fajas de gules en campo de plata) no modificó mi carácter. Aunque no participo de muchas de las ideas de mi padre, los principios democráticos que Bernardin de Saint-Pierre despliega en mi texto han terminado por convencerme. Pero es oportuno subrayar que el blasón y la corona de Dunstanville ejercieron sobre mi vida una significativa influenciacomo se corroborará mas adelante".

Puede uno encontrar en la Red unos blasones similares al descripto, correspondientes al Lord Dunstanville "real":



Los esmaltes no coinciden,  las fajas son ondeadas, y  tampoco el lema es el mismo,  pero no puede negarse cierto parecido entre estos escudos y el imaginado por Mujica Láinez: "tres fajas de gules en campo de plata".

Haciendo uso de herramientas informáticas, podemos recrear el blasón que el escritor atribuye a Lord Dunstanville.





Evocaremos a continuación algunos de los momentos del relato en que vuelve a aparecer, más o menos explícitamente, el blasón aludido.  En todos los casos los resaltados son nuestros.

En un momento del viaje, la comitiva sufre un asalto: "Íbamos en un semisopor agravado por la charla del cocinero y de los criados, cuando de repente, en el tenebroso desfiladero de Despeñaperros, algo después de la Venta de Cárdenas, paráronse los carruajes. Oí los gritos agudos de los ingleses. La servidumbre se abalanzó sobre las pistolas, pero fue inútil. Nuestros presuntos guardianes abrían ya las portezuelas que decoraban las fajas rojas de los Dunstanville, y ordenaban a todo el mundo que abandonara los coches".

Las circunstancias hacen que el libro cambie de dueños,  y permanezca por 13 años en Jaén en manos de un boticario quien "frente al ex libris de Lord Dunstanville inscribió su nombre con letra menudita".   





Más tarde un ladronzuelo,  al dar  con el libro,  lanza "una exclamación ahogada ante el escudo de Lord Dunstanville". 

Tras otros mil avatares,  el libro  llega a Buenos Aires y aquí permanece hasta el término de sus días.

Hacia el final de la obra, el libro avizora su  cercana "muerte",  que será causada por una polilla que viene horadando  sus páginas. "Me desharé en polvo amarillo, cuando me toquen; mis hojas caerán en fragmentos, como si fuera un arbusto estremecido por el aire de otoño. Quedaran mis tapas con la corona y el escudo, a manera de una piedra tumbal a la que exhorna un nombre aristocrático: Lord Gerald Dunstanville, y la escueta inscripción latina: Fari quae sentias".


Una vez más, la Literatura argentina nos ha ofrecido la posibilidad de adentrarnos en el terreno de la Heráldica (en este caso imaginaria). Publicamos esta entrada en la víspera del aniversario del nacimiento de Manuel Mujica Láinez.

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